ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Lo de Egipto no va a caer en saco roto
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional06-02-2011
Lo que está ocurriendo en Egipto durante las últimas semanas no va a caer en saco roto. La población ha puesto fecha de caducidad al régimen de Hosni Mubarak, que llevaba más de 30 años perpetuándose en el poder. Cientos de miles de personas han dado un ejemplo de comportamiento cívico pidiendo pacíficamente un cambio en el país y la llegada de la democracia. Incluso el Ejército, que en muchas ocasiones es el órgano de la represión de las dictaduras, en este caso ha permitido las protestas contra el presidente porque las considera lícitas. Sin embargo, Hosni Mubarak está aguantando el tipo, dice que, de momento, no se va, pero que convocará elecciones. Todo ello pese a las peticiones populares y a las presiones internacionales. Habría que preguntarse sobre la actuación de las potencias occidentales, que hasta hace poco consideraban al presidente egipcio como un garante de la seguridad y de la estabilidad en la zona. Ahora, de la noche a la mañana, su opinión ha cambiado y le piden a Mubarak que se vaya de inmediato. Como dice el refrán, “por el interés te quiero Andrés”. Y es que Egipto es un país estratégico, alberga el canal de Suez –paso capital para la economía mundial–, es fronterizo con Israel y desempeña un papel importante en el conflicto de Oriente Próximo. Estados Unidos lo sabe (como no podía ser de otro modo) y por eso lleva muchos años extendiendo su influencia sobre las instituciones egipcias. Ahora, a la Casa Blanca le interesa escuchar las demandas de reformas de la población y por eso pide a Mubarak que se vaya. Es de suponer que la actitud estadounidense está estudiada al detalle y que Obama cree que los cambios son buenos para Estados Unidos y para Egipto. Aun así, hay que ser muy cauteloso, ya que las modificaciones bruscas en situaciones muy arraigadas suelen ser traumáticas. Es lo más normal del mundo que, después de décadas en el poder, exista mucha gente que se haya beneficiado del régimen y no quiera perder sus privilegios. Además, en este tipo de casos, suele haber sectores oportunistas que esperan sacar tajada del caos y la sombra del islamismo radical está presente. Por tanto, visto cómo está el panorama, y con el riesgo de que los enfrentamientos civiles –auspiciados por los seguidores de Mubarak– aumenten, no es descabellado pensar en una transición ordenada, que dure unos poco meses, pero que sea imparable. Así se facilitaría el fin del anterior régimen y se pondrían unos cimientos más fuertes en la construcción del nuevo Egipto.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD