¿TÚ TAMBIÉN?
Memoria del corazón
Por Álvaro Abellán
1 min
Opinión26-12-2010
Hay determinadas realidades que no podemos conocer hasta que las experimentamos. Una de ellas es el amor. O tenemos experiencia de ser queridos por el mero hecho de existir (independientemente de lo que hagamos) o no tenemos esa experiencia. Si no la tenemos, es imposible comprender la alegría honda que nos invade a quienes amamos la Navidad. Porque la experiencia de Navidad es justo esa: la experiencia de ser amado infinitamente, sin mérito alguno. Cuando trato de recordar dónde aprendí yo esa experiencia, la encuentro diseminada y repetida en muchos y dilatados momentos de mi infancia. Pero, ciertamente, muchos recuerdos se presentan como auténticos rituales: la repetición, siempre nueva y siempre igual, de esa misma experiencia, una y otra vez. Cada Nochebuena, cada Navidad, cada fin de año y cada noche y madrugada de Reyes me han traído siempre esa experiencia. Todos los años de mi vida. Y nunca ha dejado de sorprenderme, ni cuando no entendía las razones, ni cuando las entendí, ni ahora, que me toca interiorizarlas y hacerlas más propias que nunca, porque ahora es tarea mía no sólo dejarme querer, sino querer infinitamente y sin motivos o méritos especiales a tantos otros. Haber tenido esas experiencias, tantas veces, es puro don. Un regalo que nunca podré pagar a mis padres, hermana, tíos, padrino, madrina, etc. Porque aquellas experiencias me traen más que un recuerdo de lo pasado. Son, también, memoria de mi esperanza. Puedo esperar amor, porque he sido amado. Puedo esperar un amor infinito porque algo de ese amor ya he recibido. Puedo disfrutar de una Navidad feliz, a pesar de todos los pesares, porque sé que celebramos cada Navidad. Y porque en Navidad (y en otros momentos del año), me han ayudado a experimentarlo, sé que podemos construir, entre todos, ese lugar en el que la vida se ensancha.