ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Los Nobel de la Paz y los fabuladores
Por Almudena Hernández
2 min
Sociedad12-12-2010
Las explosiones de bombas en Estocolmo, confirmadas por Suecia como un ataque terrorista, han puesto la guinda amarga a la ceremonia de los famosos premios Nobel. Y eso que la presente entrega tenía un cierto regusto a injusticia con la ausencia de Liu Xiaobo, laureado con el galardón de la Paz. El jurado de los Nobel había elegido a Liu Xiaobo por su defensa no violenta de los derechos fundamentales en China. Y el premiado no pudo ocupar su silla en Estocolmo, pues estaba encarcelado en su país que censuró toda referencia en la prensa al Nobel. Sin embargo, en un mundo en cuyo mapa domina poblacionalmente el país gigante, los titulares no sólo tratan de acallarse desde el continente asiático. El fenómeno de Wikileaks está poniendo en entredicho la política de muchos países, también el gobernado, casualmente, por el Premio Nobel de la Paz de 2009, Barack Obama. Pero en el frío invernal de Estocolmo además de explosiones se han escuchado palabras que llaman a la esperanza o, al menos, a una utopía de la voluntad humana. El Nobel de Literatura de este 2010, el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa, reflexionaba en un discurso previo a la ceremonia: "Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra". Y este autor, acostumbrado, por su vocación y oficio, a observar, retratar y analizar el mundo y las personas que le rodean, apelaba precisamente a la creación literaria, a la lectura y a la alfabetización para no caer en las fauces de quienes buscan el mal: "Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor". Nunca en los Nobel todo ha sido perfecto. El propio Albert Nobel dejó un testamento para reconocer a los seres humanos más brillantes en las distintas facetas de la vida. Muchos dicen que donó una fortuna para limpiar sus culpas por haber inventado la dinamita. Por eso, ¿por qué no? hagan caso a Vargas Llosa. Escriban y lean. Sean fabuladores dignos de un premio. Si el Nobel está empañado, al menos siempre estará convocado el de construirse a uno mismo como persona, el premio de la libertad.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo