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ANÁLISIS DE DEPORTES

Una cuestión de fe

Fotografía

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura5 min
Deportes03-10-2010

De la noche a la mañana Alberto Contador, acostumbrado a interpretar casi siempre el papel de héroe, ha visto su vida convertida en un capítulo de CSI, con la Unión Ciclista Internacional en el rol Gill Greason y él mismo señalado como culpable por una modernísima máquina de laboratorio. Un aparato de extrema precisión que permite detectar los restos más ínfimos del delito. Destruida la única prueba de su presunta inocencia, una pieza de carne digerida hace ya meses, el ciclista de Pinto se enfrenta a una sanción por dopaje que le despojaría de su último Tour de Francia. Sin embargo, por encima de ese título, está en juego la fe de una afición a quien Contador había devuelto la ilusión por el ciclismo. En esta disyuntiva, la de creer o no creer al triple campeón de la ronda gala, han ido surgiendo a lo largo de la semana argumentos y voces suficientes para sustentar la veracidad de ambas posibilidades. A favor de Contador han hablado compañeros, periodistas y hasta algún experto científico. La mayoría coinciden en señalar que lo más probable es una contaminación alimenticia. Los restos de clembuterol hallados, 0,05 nanogramos, son ciertamente una cantidad mínima, incapaz de producir una mejora del rendimiento. Los controles que pasó Contador antes y después del que resultó positivo no mostraron ninguna sustancia ilegal. Y, además, la versión del ciclista está tan bien reconstruida que resulta difícil dudar de su franqueza. Ahora bien, los argumentos en contra tampoco carecen de peso. Para empezar, se ha sacado de contexto la cifra de 0,00000000005 gramos, como si fuera una cantidad totalmente irrisoria. Hay que tener en cuenta que en la detección de sustancias ilegales uno se maneja siempre en este tipo de parámetros. A Guardiola, por ejemplo, le castigaron por 0,0000000008 gramos de norandroesterona. Lo que le han detectado a Contador es un porcentaje todavía más bajo, pero aún así válido. No en vano, a Josephine Onyia la sancionaron por menos de eso: 0,02 nanogramos de clembuterol. El precedente no es nada halagüeño para Contador, pues además con este tipo de sustancias las autoridades no juzgan la cantidad que aparezca, sino su simple presencia en el organismo. Parece claro, atendiendo a los datos, que Contador no utilizó el clembuterol directamente para mejorar su rendimiento. Pero la versión de la contaminación alimenticia también cojea. Algunos especialistas, como el doctor José González, han señalado que para mostrar ese nivel de clembuterol en la orina Contador debería haber consumido una enorme cantidad de carne. Además, las autoridades sanitarias han recordado que no se produce una intoxicación en humanos por esa sustancia desde hace años, y que desde 1999 no aparece ninguna vaca contaminada en Guipúzcoa, lugar donde se adquirió la carne. La opción más plausible, si Contador fuera culpable, es que se hubiera realizado una autotransfusión de sangre y que el clembuterol lo hubiera utilizado en un momento anterior de la temporada. Esta teoría la respaldarían los datos obtenidos a través de otro novedoso método, éste ni siquiera homologado todavía, y destapado por el diario francés L’Equipe. Al parecer, el análisis realizado en el laboratorio de Colonia reveló también la presencia en la orina de Contador de una sustancia plástica que se usa en las bolsas para almacenar sangre. De resultar cierto, la prueba no sería tenida en cuenta a la hora de dirimir la sanción pues el método utilizado, desarrollado en Barcelona por el doctor Jordi Segura, todavía no está aceptada. Así pues, con tantas razones de peso a favor y en contra, la cuestión se reduce a un simple acto de fe. Por la convicción con la que se está pronunciando estos días y su cara de no haber roto un plato, casi toda España se ha inclinado por creer a Contador. A un servidor, en cambio, se le queda una mosca detrás de la oreja. La UCI, siguiendo las normas, sancionará al de Pinto, aunque el castigo seguramente será exiguo ante la evidente probabilidad de que la versión de la carne contaminada sea cierta. Pero, ¿qué sucederá si el día de mañana el método del doctor Segura se acepta como válido y resulta que Contador realmente portaba esa sustancia plástica en la sangre? Otro tramposo más habría salido prácticamente impune y todos nos lo hubiéramos tragado. Sinceramente, y aunque se trate de nuestro Contador, a uno le cuesta creer a cualquier ciclista que dé positivo en un control antidopaje. Ojalá sea inocente, pero la historia es la misma de siempre. ¿Cuántos deportistas cazados salen al día siguiente en rueda de prensa para confesar su culpabilidad? Aquí nadie ha roto un plato, aunque luego los contraanálisis demuestran que efectivamente iban hasta las cejas. Esta misma semana han dado positivo Contador, Ezequiel Mosquera, David García y Marga Fullana, todos ellos ciclistas españoles. Y de los cuatro, solamente la mallorquina ha reconocido haberse dopado, un gesto realmente inusual y que la honra. Lo dicho, ojalá Contador sea inocente. Hasta entonces, que cada uno crea la versión que le parezca más convincente.

Fotografía de Alejandro G. Nieto