SIN CONCESIONES
Una segunda oportunidad
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión04-10-2010
Nos estrechamos la mano antes de entrar al quirófano. Nos miramos a los ojos y ambos reconocimos el miedo que había en ellos. En los suyos y en los míos. Sólo una hora antes estábamos juntos en la habitación del hospital viendo al Real Madrid. De no ser por ese partido, seguramente me habría marchado a mi casa antes de tiempo. Cuando Di María marcó el gol de la victoria, la doctora entró con gesto torcido y nos dio la mala noticia. Había que volver a operar. Antes de entrar al quirófano nos estrechamos la mano. Tres horas más tarde, estaba en la UVI. En estado crítico. Al filo de la muerte. Y la familia nos echamos a llorar. Por muy preparado que uno se crea para perder a un familiar querido, cuando el momento parece estar cerca siempre te sorprende, te pilla desprevenido. Ver moribundo a tu padre suele ser una de las experiencias más traumáticas para un ser humano, pero puede convertirse en una oportunidad. Cuando crees que todo está perdido es cuando ocurren los milagros. Primer milagro: sobrevivir a una operación de urgencia. Segundo milagro: resistir ante una infección sumamente invasiva. Tercer milagro: superar una cadena de fallos multiorgánicos. Cuarto milagro: alcanzar una pseudo estabilidad. Quinto milagro: hacer que los demás vean la oportunidad. Cuando piensas que has perdido a una de las personas que más quieres, el mero hecho de acariciarla todos los días parece una segunda oportunidad. Aunque no puedas hablar con ella, aunque necesite una máquina para respirar. Aunque esté repleta de cables. Aunque sean 20 minutos al día. Es una segunda oportunidad. Piensas que, quizá, al día siguiente no puedas verlo, ni besarlo. Y descubres una segunda oportunidad. Sientes que se trata de una prórroga y te apetece disfrutar cada segundo, aunque a la inmensa mayoría le parezca mentira que pueda disfrutarse en medio del dolor. Es posible. Se puede cuando dejas de pensar en ti o en el qué pasaría si hubiera... Se puede cuando tienes fe y das gracias por tener ese día que, al salir de quirófano, jamás pensaste que llegaría. Y así acumulas los días, uno a uno, sin ansiedad, sin soñar con un futuro lejano porque has aprendido que el gozo está en el presente. Porque ahora tienes junto a ti a lo que más quieres y no sabes si lo tendrás dentro de una semana. No hace falta estar en la UVI de un hospital para tener esta mentalidad. En verdad, ninguno de nosotros tenemos garantía de vida. No sabemos cuánto viviremos. Entonces, ¿por qué vivir como si esto fuera eterno? Rezas para que el futuro sea largo pero no tienes certeza de que vaya a serlo. Algunos creen que la fe consiste en eso, pero no es así. La fe es depositar tu futuro en manos de Alquien que no ves y que no conoces. Rezas para dar gracias por todos los buenos momentos y también por aquellos malos de los que aprendiste grandes lecciones. El actual es uno de ellos. Rezas para que tu padre se recupere, sin egoismo, para que pueda disfrutar de la tercera edad que tiene recién inaugurada. Rezas para que no sufra. Rezas en la tristeza pero también en la felicidad de mirar atrás y reconocer años inmensamente buenos, llenos de satisfacciones y de oportunidades. Y, sobre todo, rezas para que esta segunda oportunidad que da la vida sirva para acrecentar el amor que tienes a los tuyos. Aunque la segunda oportunidad dure poco tiempo.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito