ROJO SOBRE GRIS
Inquieta... pero ya no
Por Amalia Casado3 min
Opinión27-09-2010
“La lujuria mancha, la soberbia ciega y la avaricia inquieta”. Y ahí me he quedado, dándole vueltas desde que lo escuché hace unas horas a lo de que la avaricia inquieta, porque nunca pensé que quizás ese desasosiego que me turba con frecuencia pudiera ser eso: avaricia. He cogido el diccionario para buscar la palabrita, no sin cierto temor, pues es el mayor de los enredadores, y de una palabra te lleva a otra y a otra y a otra, y yo, que soy adicta empedernida a buscar relaciones entre unas y otras, acabo enmarañada con facilidad hasta que las palabras me llevan a un lugar del que no sé cómo volver. Así que de avaricia he saltado a generosidad, de ahí a nobleza, decoro, decencia, atesorar, y riqueza, hasta poner fin definitivamente en la palabra inquietud, y todo para intentar encontrar el lado bueno de la avaricia y poder salvar lo que de beneficioso tenga para con ello combatir lo que me lleva al lado oscuro. Sí. Resulta que soy avariciosa, lo que significa que tengo un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Dado que sé quién soy, y que no son el dinero ni las cosas materiales las que deseo poseer con afán desordenado, he confirmado que riqueza significa abundancia de bienes y cosas preciosas, pero también de cualidades o atributos excelentes. Y sí. Va a resultar que en ese sentido puede que sea avariciosa. Quien pronunció la frasecita acertó a desarrollarla un poco, lo cual agradezco, y apuntó así que la avaricia, en ese afán desordenado por querer más, obstaculiza la capacidad de reconocer el valor de las cosas que ya tenemos, y provoca una permanente insatisfacción... e inquietud. Así que vuelvo a darle vueltas a la causa de mi avaricia. Si mi inquietud no está provocada por el afán desordenado de poseer cosas materiales, sino de otro tipo, e inquietud significa también, además de desasosiego y falta de paz, inclinación del ánimo hacia algo, en especial, en el campo de la estética, concluyo, en primer lugar, que tengo cierta inclinación para descubrir las cosas buenas por la belleza que desprenden. Pero la avaricia es una trampa. En cierto sentido, para ser avaricioso es necesario tener cierta capacidad para reconocer cosas valiosas, y eso es una cualidad preciosa; pero, al mismo tiempo, ese afán desordenado por poseer dificulta la capacidad para reconocer –y, por tanto, para agradecer, disfrutar y ser generoso- con las cosas valiosas que ya tienes-. Durante unos días he compartido mucho tiempo con personas de gran talla intelectual, humana y espiritual. Yo lo veía. Veía las muchas cualidades que tenían, y me sentía turbada, inquieta, hasta paralizada por tanto derroche de valor, creatividad, cariño y bondad. Me sentí hasta pequeña y desagraciada. Por supuesto, estaba inquieta y me sentía infeliz. Ahora sé que era por pura avaricia. Gracias a todo esto, me he dado cuenta de una cosa muy importante para mi vida: necesito quererme. Alguien me lo dijo una vez, hace años, y me he acordado mucho de ella estos días. Me he dado cuenta de lo importante que es decirles a las personas lo valiosas que son y las cosas buenas que tienen. Me he dado cuenta de que yo lo necesito, de que necesito que me lo digan y que me lo digan de verdad: vales para esto, me ayudas en esto. Ciertamente, sé que tengo un valor y una dignidad infinitos por el hecho de ser una persona, pero reconozco en mí esa necesidad profunda de ser útil y valiosa para alguien en algún sentido concreto. Y he caído en la cuenta de que soy un rojo sobre gris. Sí: soy un rojo sobre gris. Puedo ver las cosas buenas de los demás y disfrutar de ello de manera muy especial por la belleza que esas cosas desprenden. Y puedo decírselo, puedo hacerlo sin mentir y con total sinceridad, porque verdaderamente veo rojo sobre gris. Así puedo servir: con apenas nada puedo hacer que otros brillen. ¿A que es bonito? Soy feliz. Ya no tengo motivo para ser avariciosa. Y puedo combatir mi avaricia precisamente con la cualidad buena que le da origen. Rojo sobre gris a mis aliadas, a mis alas: las cosas bellas.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo