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SIN CONCESIONES

Liberados sindicales

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión20-09-2010

Cuando un partido político llena una plaza de toros para un mitin electoral, todos sabemos que el público es ficticio. Son cargos públicos y afiliados a los que han llevado en autobús desde varias ciudades para garantizar que el recinto ofrece un aspecto atractivo. (Los políticos se ponen de los nervios cuando ven una silla vacía en cualquier acto). Con los sindicatos ocurre exactamente lo mismo. Llenan en Madrid la Plaza de Toros de Vistalegre con 16.000 personas y alguno pensará que son trabajadores que libremente han acudido a escuchar a los líderes de UGT y CC.OO. Nada de eso. Son militantes sindicales que pagan sus cuotas religiosamente -en el sentido laico de la expresión- para poder chupar de la teta. Aplauden al líder sindical como en el PSOE ovacionan a Zapatero aunque esté llevando al país al precipicio, o igual que en el PP vitorean a Rajoy pese a su escaso carisma. Hemos descubierto que en Vistalegre había 16.000 liberados sindicales y empleados de los propios sindicatos. Ningún trabajador podría cogerse un día libre, tal y como están las cosas, para escuchar un par de discursos de Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. No es sólo una cuestión económica. Es una total falta de apego a la acción de los sindicatos. Siempre se culpa a la oposición de criticar al Gobierno y no ofrecer soluciones para salir de la crisis. Pero aún podríamos quejarnos más del comportamiento que han tenido los representantes de los trabajadores mientras se destruían más de dos millones de empleos en España. ¿Dónde estaban entonces? ¿Por qué no convocaron en 2008 una huelga general como la de este 29 de septiembre? Quizá porque había elecciones generales y estaban más interesados que el propio Zapatero en que el PSOE permaneciera en La Moncloa. A la vista de las subvenciones que reciben, tenían motivos de sobra. Entre los cuatro millones de españoles sin trabajo no hay ningún liberado sindical. No lo hay porque son una especie blindada. Las empresas no pueden despedir a los representantes de los empleados. Da igual que no trabajen, que lleguen tarde todos los días, que sean ineficientes o que sólo defiendan sus intereses. Son intocables. La empresa lo sabe, así que tiene que mirar hacia otro lado. Ellos lo saben, por lo que suelen aprovecharse. No todos, por suerte. Hay sindicalistas comprometidos con sus compañeros, solidarios, empeñados en conseguir el bien común. Sin embargo, no he conocido ningún liberado sindical que anteponga el beneficio de los demás al suyo propio. He visto cómo tratan de perjudicar a la empresa sin darse cuenta de que así sólo dañan a los empleados. Actúan de espaldas a los compañeros y pierden su confianza. Pero ellos persisten porque están protegidos. Tendría que ser distinto. Es cuanto menos paradójico que quienes hace dos siglos reclamaban igualdad y luchaban contra los privilegios del patrón, tengan ahora más ventajas que el resto de los trabajadores.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito