Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

¿TÚ TAMBIÉN?

De princesas y dragones

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión02-08-2010

Las obras del espíritu humano tienen siempre, al menos, dos dimensiones: la visible y la invisible. Por ejemplo: durante los últimos siglos, la educación ha estado ocupada en lograr la alfabetización. Pronto nos hemos dado cuenta de que es necesaria una alfabetización de segundo grado: no basta saber leer, hay que comprender el sentido de lo que se lee, lo que está más allá del mismo texto. Por eso hay personas que leen mucho sin entender su mundo; mientras que otras entienden perfectamente el mundo, sin saber leer. Las primeras sólo ven lo visible; las segundas ven lo invisible, sin necesidad de haber leído. Hay multitud de relatos de caballeros, princesas y dragones, aunque en todos se ve, más o menos, la misma historia exterior: un caballero (varón) noble y fuerte; una princesa (mujer) hermosa y en apuros; un dragón poderoso y malvado. El dragón amenaza a la princesa (que representa a todo un pueblo) y el caballero se enfrenta al dragón y lo vence. Hasta ahí, todo correcto. Pero si sólo vemos eso, seremos analfabetos de segundo grado. Toda historia de princesas y dragones tiene también una trama invisible, que es la importante. A saber: el caballero (la persona humana, hombre o mujer) es ciertamente noble y de buena casta, pero el dragón está en su corazón: en forma de miedos, inseguridades, debilidades… a veces, el dragón es tan poderoso que el caballero abandona sus armas y se disfraza de simple campesino, huyendo de sí mismo, de su propia vocación y destino. El caballero nunca puede salvarse a sí mismo del dragón que lleva dentro. Entonces, aparece la princesa. La princesa (hombre o mujer que encarna un ideal) atrae al caballero. Lo saca de sí mismo, de sus miedos, inseguridades, debilidades… Lo que el caballero no haría por sí mismo, lo hará por la princesa. El caballero vence sus dragones gracias a fuerza e inspiración de la princesa. Dicho de otra forma: es la princesa la que salva al caballero de sí mismo. Rilke lo decía de otra forma, aconsejando en una carta personal a un joven a que no tuviera miedo de afrontar su vocación de poeta: “Tal vez los dragones no son sino princesas que esperan vernos, una sola vez, hermosos y valientes”. Rilke animó al joven poeta a ver más allá del dragón, para vencer al dragón. Cuando el joven poeta descubrió a la princesa, pudo vencer sus dragones. No sabemos hoy mucho de aquel poeta al que escribió Rilke. Nos quedan las Cartas a un joven poeta que Rilke le escribió, que nos revelan a un Rilke tan sensible y hondo como en sus poemas, pero que habla en un idioma más comprensible para nosotros. Quizá, después de todo, aquel joven poeta que pedía ayuda a Rilke fue una princesa que rescató a Rilke de un universo demasiado complejo y le permitió contarnos su intimidad en las cartas más deliciosas que nos ha dejado nunca un poeta. Allí donde las princesas inspiran a los caballeros a vencer sus propios dragones se inauguran mundos fantásticos, creativos y hermosos, lugares donde lo visible revela lo invisible y podemos avistar ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach