SIN CONCESIONES
¡Gol de Iniesta!
Por Pablo A. Iglesias
3 min
Opinión12-07-2010
Cada gol que la Selección española de fútbol ha marcado en el Mundial de Sudáfrica ha tenido un triple valor. Tanto en la final como en el resto de los partidos. Cada gol de España era un tanto que subía al marcador y clasificaba al combinado nacional para la siguiente ronda. Cada gol de España era también un soplo de júbilo y alegría para un país sumido en la crisis económica. Y, sobre todo, cada gol de España era un nexo de sentimientos entre geografías e identidades supuestamente separadas. Porque el éxito de la Selección de fútbol en el Mundial es, ante todo, la correa de transmisión que ha unido a un país entero en la consecución de un sueño. El deporte se ha convertido hace décadas en el principal elemento vertebrador de un país. No hay nada como un Mundial de fútbol o de baloncesto, unos Juegos Olímpicos o una final de la Copa Davis para engrandecer el sentimiento nacional y fortalecer la cohesión de un Estado. El fútbol, por encima de todas las cosas, se ha encumbrado como el primer alimento del patriotismo en el siglo XXI. Nunca se habían visto tantas banderas españolas por las calles. Cada balcón decorado con los colores nacionales es un gesto de orgullo por ser español. Hasta en la Rambla de Barcelona se ha festejado el éxito de la Selección al cántico de ¡Yo soy español, español, español!. Quienes comenzaron a llamar la Roja al equipo nacional para no pronunciar la palabra España se han visto superados por un tsunami de patriotismo sano, apolítico y noble. Porque los jugadores son los primeros en expresar orgullosos su nacionalidad española aunque el equipo esté compuesto por vascos como Xabi Alonso y Javi Martínez; por catalanes como Piqué y Puyol; por madrileños como Íker Casillas y Fernando Torres; por andaluces como Sergio Ramos y Navas; por canarios como Pedro; y por asturianos como Villa. Dentro y fuera del campo, ellos se consideran y se saben españoles. Como tal, defienden a su país y se muestran orgullosos de levantar la bandera, que no es propiedad de nadie, sino símbolo y representación de todos. La Selección de fútbol ha convertido en normal lo que durante décadas parecía una excepción en España. Ha llevado a las calles y los domicilios la unidad que son incapaces de generar los políticos. Cuando hace años viajaba al extranjero, me sorprendía ver que la gente tenía su bandera en los jardines de las casas. Aquí parecía impensable. Te tachaban de facha o directamente te mataban, como por desgracia ha vuelto a ocurrir estos días en Pamplona con un joven que vestía la camiseta de España. Aún quedan reductos de intolerancia y de odio. Pero son pocos. Los que se manifiestan por la independencia en Cataluña son menos que los que vibran por televisión con los partidos de España. La mayoría de los ciudadanos celebran como propio cada gol de Villa, de Iniesta, de Puyol o de Torres. Y cada uno de esos goles es un gol de España, un gol por la unidad, un gol por la convivencia y un gol por el orgullo de pertenecer al mismo país.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito