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Contra el pesimismo
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión13-06-2010
Un buen amigo me escribía de urgencia hace unos días, tras la lectura del periódico, preguntándose si el mundo que tenemos merece la pena. Le respondí que ha cometido un error: pensar que el periódico es un espejo fidedigno de nuestro mundo. El periodismo de los últimos años, especialmente el español y de ámbito nacional (grandes periódicos y televisiones nacionales), opera una selección parcial de la realidad. No sólo ideológicamente, sino una selección que busca el ingreso fácil y que es fruto de la chabacanería, de una mirada superficial y frívola. Miran la realidad y apenas ven (y escogen) algo más que lo morboso, lo llamativo, lo escandaloso, lo polémico y, el mejor de los casos, algo muy emotivo, convenientemente maquillado para autojustificar que, en el fondo, su labor merece la pena. Le di un consejo: que mire la realidad directamente, o con los ojos de otros que no sean ese tipo de periodistas. A nada que miremos la realidad con ojos sanos, descubriremos que hay mucha belleza, mucho bien, muchas personas, proyectos, lugares y retos que merecen la pena. Mirar a través de esos ojos nos construye, nos reconforta, nos madura, nos hace más fuertes, alegres, confiados y felices. Del mismo modo que cuidamos lo que comemos (lo que metemos por nuestra boca en nuestro cuerpo), debemos cuidar lo que observamos (lo que metemos por los ojos en nuestra alma). La mirada superficial es necesariamente pesimista. Ángel Ayala, en su Formación de selectos, considera que el pesimismo es uno de los grandes males de nuestro tiempo. Dice que el pesimismo entristece, enerva, desconfía, acobarda, es inhumano e irracional. Que el pesimismo es propio del hombre que sólo ve y pone dificultades, ve y crea problemas. Es propio de holgazanes, envidiosos, soberbios, ignorantes, amargados, fracasados, exaltados, autosatisfechos e incomprensivos. Del optimista sensato (del que ve la realidad tal cual y quiere aprovechar lo que de bueno hay en ella, no del que ignora lo malo) dice justo lo contrario. La vida ordinaria está llena de posibilidades para el optimismo. Una de ellas es contemplar en silencio y sin prejuicios a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Seguramente descubriremos en ellas más reservas morales y espirituales (tal vez escondidas, pero presentes) de las que pensábamos. Ayala, además, dice que debemos contar con la Gracias de Dios (ventajas del optimismo cristiano). En todo caso, es cierto que el pesimismo es fruto de la superficialidad o de la huída cobarde del mundo. Mientras que el optimismo, bien entendido, es la fuerza que ha hecho posible todos los grandes descubrimientos. Echemos un vistazo al pasado. Cualquier logro memorable es fruto de alguien que tomó una decisión en busca de un objetivo sin seguridad previa alguna. Todo lo bueno que esté por venir llegará de manos de una acción optimista. Rastreando esas acciones podremos encontrar testimonios sobre ese lugar donde la vida se ensancha.