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SIN CONCESIONES

Los cómplices del terror

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión24-02-2002

San Sebastián. Son las cinco de la tarde. Último domingo de febrero de 2002. Cincuenta mil ojos esperan atentos a contemplar una película que comienza con el rodar de un balón. El silencio desaparece en ese mismo instante y surgen de la nada los gritos y cánticos de una afición que quiere a Donosti y quiere a su equipo donostiarra. Los rayos del sol apartan sus dedos de la espalda de La Concha según avanza el segundero. Son las cinco de la tarde... y algo más. Veintidós violinistas y dos directores de orquesta componen la banda sonora de un acontecimiento tan popular como humano. En ese momento, dos espontáneos saltan la barrera sin estar invitados y, con un capote entre los brazos, se suman a la fiesta. La poesía que sobrevuela el ambiente se transforma en improperios y críticas a quienes se creen héroes y son tan sólo delincuentes. No son aspirantes a toreros que han confundido el verde del césped con el amarillo del albero. Son dos amigos de los terroristas que comparten métodos y objetivos. Son ladrones de la vida, salvajes de las palabras y demagogos de la democracia. Promulgan una falsa libertad que no respeta la de los otros y una paz que, contradictoriamente, se impone con bombas y tiros en la nuca. Ahí termina el concierto de goles y comienza una chundarata de protestas. Un tal Quevedo hace honor a su apellido poeta y se enfrenta valiente a los dos valientes encapuchados. Es el único. Instan a la rebelión a los jóvenes del País Vasco con el ejemplo. Acceden al perímetro prohibido, muestran símbolos de una asociación ilegalizada y gritan goras a ETA entre los aupa Real de las gradas. Son las cinco de la tarde... y mucho más. El segundero ha dado cinco vueltas en el reloj de quienes contemplan a los amigos de los etarras. No actúa ni Seguridad ni Ertzaintza. Todos permanecen estáticos ante este abuso de democracia poco estético. Lo anómalo parece cotidiano para quienes sobreviven en la amenaza. Pocos recordarán lo que ocurrió pasadas las cinco de la tarde. No era la primera vez. Y, tristemente, tampoco será la última.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito