ANÁLISIS DE CULTURA
Un icono capitalista y contaminante
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura10-01-2010
El capitalismo ha llegado a sus cotas más altas, en plena explosión de la crisis financiera, que parece que algunos no conocen. 2.000 millones de dólares invertidos, 3.000 plazas de aparcamiento, 818 metros de altura y 57 ascensores. Son de sobra conocidas estas desorbitadas cifras relacionadas con el recién inaugurado rascacielos más alto del planeta –ya supera en 320 metros al edificio Taipei de Tawán- situado en los emiratos del Golfo Pérsico. Dubai ya intentó llegar alcanzar la fama mediática con su hotel de siete estrellas o su faraónico archipiélago de islas artificiales. Ahora lo hace tocando el cielo y difundiendo su recuperación económica. La cultura arquitectónica y el poder por el poder sufren una simbiosis que cuestiona muchas cosas. Entre ellas, la crisis de esta zona y el monumental agujero económico del conglomerado financiero Dubai World. Hace unos cuantos siglos, en concreto durante la Edad Media, los arquitectos de la época construían catedrales con un objetivo esencial: que aguantaran todo lo posible. Pero el Burj Dubai se ha construido para demostrar a todo el mundo que de agujero económico nada, como si se tratara de una competición para luchar por demostrar quién es el país que más poder tiene. España no se queda atrás: pretende doblar la altura de la Giralda de Sevilla, y en A Coruña se construirá una torre de 180 metros en As Percebeiras. Lo que importa es edificar lo más alto posible, no sólo por la escasez de suelo, factor predominante en un principio (algunos arquitectos ya piensan en llegar a los 1,6 kilómetros, algo impensable ahora mismo por los medios económicos que necesita). Pero si nos olvidamos de los datos económicos y nos centramos en los rasgos arquitectónicos de este edificio, se observará que no se presta demasiada importancia a la idea de sostenibilidad. Diversos grupos de derechos humanos han denunciado que los trabajadores que han ayudado a que este proyecto llegue a lo que es hoy lo han hecho en condiciones miserables e infrahumanas. Además, los efectos devastadores del carbono podrían aumentar con el consumo excesivo de energía del edificio, que no sobresale por el uso de energías renovables. ¿Tiene sentido erigir un edificio tan alto? En este sentido hay que entender las aspiraciones arquitectónicas. ¿Es seguro? Esto escapa a la rentabilidad de los edificios. De hecho, el Sultán Bin Sulayem asegura que es imposible que ocurra lo mismo que el 11-S en Dubai. La irresistible y capitalista idea de construir “monstruos arquitectónicas” supera todas las inquietudes. Volvemos al recuerdo de las catedrales góticas...
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press