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ANÁLISIS DE CULTURA

Aprender cuanto antes

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura27-09-2009

A los tres años, uno ya sabe si tiene talento para el piano. Uno de los hechos en los que coinciden los grandes pianistas del mundo es que todos ellos comenzaron a tocar a una edad muy temprana, incluso a los tres años. Es el caso de Mozart, que con tan sólo cinco años ya componía obras musicales para la aristocracia y realeza europea. Lo mismo le ocurrió al húngaro Franz Liszt, que con 6 años bordaba todas sus interpretaciones. En el caso del talento pianístico español, su historia puede ser corta, pero deja huella. Dos son unos de los grandes maestros de esta vertiente musical: Rafael Orozco y Alicia de Larrocha. Esta última dio muy joven el gran paso hacia la proyección internacional y se le consideró una de las mayores intérpretes del piano del siglo XX, además de ser natural, humilde y gran persona. El virtuosismo musical de esta mujer, que nos deja con el sabor de sus grandes interpretaciones, le llegó a los tres años, toda una vida dedicada al piano, durante la cual huyó siempre de la fama y popularidad para ahondar en el estudio profundo de la música, tarea que la catalana no abandonaba ni en las pocas vacaciones que disfrutó. Su trabajo fue incansable, pero también ayudó mucho el hecho de iniciarse en este mundo tan joven. De hecho, aprender a tocar instrumentos musicales en la más tierna infancia es garantía, muchas veces, de éxito en esta vertiente artística. Son numerosos los estudios que lo verifican, como el llamado Efecto Mozart, que indica que iniciarse en el mundo del piano a una corta edad no sólo implica que el niño aprenda más rápido a interpretar, sino que además las cualidades académicas en el futuro serán mejores. Y es que la armonía de la música estimula ciertas zonas del cerebro relacionadas con las diferentes dificultades intelectuales. Es el ejemplo de esta gran artista universal. Con la muerte de Larrocha se cierra un capítulo en la historia de la interpretación pianística de la segunda mitad del siglo XX. Al menos sus seguidores tendrán almacenada en sus memorias la fuerza y naturalidad con la que golpeaba las teclas. Porque lo bueno de las artes escénicas es que, si son buenas, quedan en el recuerdo, aunque sean de naturaleza efímera. De ahí que sea necesario recordar de vez en cuando, la ascendente trayectoria musical española, véase la del Ballet Nacional español, que cumple 30 años con grandes joyas como Bodas de sangre. Nostalgia y modernidad se unen para homenajear a una de nuestras joyas escénicas, pese a que lo segundo, tal y como apunta más de un conocedor de este arte, ha dañado en cierta manera la danza ya que, aunque la fuerza de la competencia y la lucha por conseguir nuevos ritmos sean puntos clave para triunfar hoy, no debemos olvidar nuestras raíces.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press