ROJO SOBRE GRIS
Catedrales en el cielo
Por Amalia Casado3 min
Opinión21-09-2009
Un día este verano me decía mi padre que a estas alturas de la vida ya era hora de que estuviésemos construyendo catedrales o haciendo grandes cosas. Por un momento me sentí mal al pensar que ni he escrito un libro, ni he tenido un hijo ni he plantado un árbol –aunque sí he conseguido que alguna planta sobreviva a una muerte casi inminente-. Por supuesto, tampoco he construido una catedral ni he escrito un gran tratado de nada. Sin embargo, he constatado al ver fotos de tres años atrás que me han salido algunas arrugas y que mi cuerpo ha cambiado. Mi hermana, que es arquitecto, sí que ha levantado algún edificio. Y yo escribo cada semana este Rojo sobre gris. Sin embargo, no creo que mi padre se refiriera a escribir cualquier libro ni a levantar cualquier catedral ni a hacer cualquier cosa que pueda considerarse grande a los ojos de este mundo. No podemos elegir la circunstancia en la que nacemos, pero sí podemos elegir cómo vivimos y qué hacemos con el tiempo que se nos ha dado. Ayer en una cena nos lo recordaba un amigo. Volvió a mi memoria la conversación con mi padre, y me preguntaba qué he hecho yo que merezca la pena en este tiempo que es mi vida, y qué quiero hacer con el que me queda por vivir, que no sé cuánto será. Conocí hace unos días a Marcela de María, una mujer a la que diagnosticaron una esclerosis múltiple cuando tenía apenas 30 años. Ella había decidido hacía tiempo dedicar toda su vida a los demás, y consagró su vida a Dios. Las cosas le iban estupendamente: era lista, atractiva, artista, componía y creaba obras de arte y música que conmovían el corazón de muchas personas. Levantaba su catedral piedrecita a piedrecita, y obtenía el reconocimiento de quienes la conocían y participaban de su obra. Sin embargo, y misteriosamente, le pedía a Dios una oportunidad para dar más. Sentía que podía hacer más. Y Dios le regaló una esclerosis múltiple. Marcela dice que para ella ha sido el mejor regalo de cumpleaños de su vida y un volver a nacer. Yo y muchos otros habríamos recibido ese regalito como el comienzo del fin, y no como un volver a nacer o como una oportunidad, sino como un horror y una desgracia que pondría fin a todas nuestras expectativas, sueños y proyectos. Marcela de María, y los miembros de Mission Hope quieren vivir su enfermedad como una misión, y como la oportunidad para ofrecer ese sufrimiento por las intenciones y necesidades de otros que pueden pedirles sus oraciones. Descubrir esa misión no ha hecho que desaparezca su sufrimiento, pero sí lo transforma y lo convierte en instrumento de esperanza y de salvación. “Desde una cama y en pijama” –como canta el himno de Mission Hope- se puede cambiar el mundo, hacer algo grande por los demás y construir catedrales… en el cielo y para la eternidad. Igual que mi amiga Paloma entre los muros de su convento. Cuánto necesitamos estos ejemplos de vida en Rojo pasión para iluminar y transformar el gris de nuestra desesperación.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo