ANÁLISIS DE ECONOMÍA
La obligación de ser impopular
Por Gema Diego
2 min
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El afán social que ha mostrado el Gobierno durante el último año dando ayudas y subsidios a troche y moche, y con un Plan E que terminará arrojando un balance efectivo más en sus resultados en infraestructuras que en creación de empleo estable, está a punto de pasarle factura quitándole la careta. Es decir, si hasta ahora el Ejecutivo podía dar una imagen simpática, de papá que acude en auxilio de sus hijos cuando pasan apuros y que les da la paga a todos por igual para que costeen su consumo (véanse los 400 euros del IRPF), a partir de ahora se va a ver obligado a adoptar una posición adusta. Se han acabado las reservas que repartir para insuflar vida en la economía a la desesperada y llega el momento de tomar medidas, necesariamente impopulares, para reflotarla y para que el Gobierno siga teniendo capacidad de gestión. Y el gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero ha aprovechado el letargo de agosto –exacerbado por los calores y el runrún de la gripe A- para ir dejando caer sus ideas: subida de impuestos; eliminación de ayudas universales; congelación de los salarios de los funcionarios. Vamos, nada que se parezca a dinero para que los ayuntamientos acometan obras ni regalitos en la declaración de la renta. Ha llegado la hora de tomar las decisiones verdaderamente duras para sacar al país de la crisis de una vez por todas. Y ojalá no tiemblen las manos de los que tengan que materializarlas, que no se vean atadas por apoyos políticos o por enfados de colectivos puntuales y miedo a perder votos. Al igual que no se puede estar en misa y repicando, no es posible compatibilizar el acaparamiento individual con la universalización y la gratuidad de cada vez más servicios. Trasladando la idea a la famosa pandemia otoñal: no puede haber vacunas a discreción para toda la población si ésta no provee antes el dinero para comprarlas.
