PUNTOS DE DEBATE
Novela hondureña
Por Elías Said
3 min
Opinión26-07-2009
Creo que muchos, al ver las noticias que se emiten de Honduras, pensarán que están viendo una clásica novela latinoamericana, al buen estilo venezolano o mexicano, por ejemplo; y es que el último giro que ha tomado el curso político hondureño da una profunda sensación de que los políticos sólo nos tienen como monigotes para seguirles el juego sin derecho a réplica. El fin de las negociaciones acordadas bajo el liderazgo del presidente costarricense devino en un nuevo cruce de línea del depuesto presidente Zelaya, quien ha dejado los procesos liderados por Estados Unidos y ha decidido enrumbarse en las payasadas del presidente venezolano, fiel representante del profundo sentido novelero que tenemos muchos venezolanos en lo más profundo de nuestro ser. Ver a Zelaya liderando una caravana de coches, acompañado del ministro de Exteriores de Venezuela, Nicolás Maduro, en una procesión nada discreta, y el despliegue del gobierno de facto de Micheletti preparándose para evitar dicho paso, pareció tragicómico y el perfecto ejemplo de cómo uno de los principales males que aqueja Latinoamérica es la poca profundidad que tienen los políticos de dicha región. Ser político latinoamericano, sin desmeritar algunas excepciones contrarias, parece sinónimo de un exceso de tropicalismo y de las páginas de Doña Bárbara o Cien Años de Soledad, por las ocurrencias y la forma de hacer política que tienen. Pero lo que me resulta más triste y peligroso es cómo muchos ciudadanos se dejan envolver en las parodias armadas por muchos de estos seres, quienes no parecen tener ningún reparo en usarles para conseguir sus beneficios, aunque ello lleve a una guerra civil. ¿Qué importa unos cuantos ciudadanos muertos si me beneficia montar un espectáculo para que me siga prestando atención la prensa y la opinión pública internacional? ¿Qué me importa parecer un payaso haciendo constantes amagos para entrar y salir de Honduras en plena frontera con Nicaragua? ¿Qué me importa fomentar un contexto bélico en mi pueblo dando argumentos al gobierno que me derrocó para que saque los tanques? Como dijo la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, lo que ha venido haciendo Zelaya es temerario y añadiría que ridículo, azuzado por quien es experto en estas lides, Hugo Chávez, quien alza la espada de la justicia social y la falsa izquierda para favorecer sus intereses, influyendo en un presidente derrocado que ha perdido definitivamente los papeles, con esta última andanada novelesca. La novela hondureña, lamentablemente, es una novela corta de la historia política latinoamericana, liderada por muchos políticos. Muchas partes de América Latina siguen regidas por un profundo sentido pueblerino donde los amos de las haciendas ahora son empresarios o presidentes y las instituciones locales, nacionales y regionales los nuevos mayorales que protegen los intereses de estos a conveniencia. Se debatió a lo largo de las últimas semanas en buena parte de Latinoamérica sobre la necesidad de un cambio en la estructura política internacional (entiéndase la Organización de Estados Americanos) y de los entes de dicha región, pero ¿cómo se hace este debate en un contexto novelesco como este? ¿Cómo esperar altura, si los amos (ahora políticos y empresarios) nos tienen como actores secundarios de una novela en la que terminamos siempre pagando los platos rotos por seguirles el juego y votarles?
