ESPACIO
Se cumplen 40 años de la llegada del hombre a la Luna
Por Luis A. López3 min
Sociedad16-07-2009
En plena Guerra Fría, la Unión Soviética tomó la delantera en la carrera espacial y puso en órbita, el 4 de octubre de 1957, el primer satélite artificial de la Tierra: Sputnik I. La respuesta del presidente norteamericano John F. Kennedy no se hizo esperar, y por ello creó el programa Apollo. Ante el Congreso, JFK se comprometió a "alcanzar el objetivo de posar a un hombre en la Luna y devolverlo sano a la Tierra".
Ocho años después, y con fecha 16 de julio, la nave despegó desde Cabo Cañaveral (Florida, Estados Unidos) rumbo al espacio y solo cuatro días después Armstrong daba buena cuenta del polvo gris de la superficie lunar y pronunciaba un mensaje para la posteridad: "Es un paso pequeño para el hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad". Cientos de millones de personas en todo el mundo escucharon sus palabras a través de la televisión y de la radio. Buzz Aldrin, compañero de Armstrong y segunda persona en pisar el satélite terrestre, definió el paisaje como "una desolación magnífica", mientras que Michael Collins permaneció en el Módulo de Mando Columbia, a unos 110 kilómetros de la superficie lunar. Este hito sin precedentes requiso de diez años de preparación, el trabajo de 350.000 personas y una inversión de 24.000 millones de dólares. No obstante, antes de que tuviera lugar esta misión se probaron 16 lanzamientos no tripulados para comprobar el funcionamiento de los componentes de las naves, tales como la plataforma de lanzamiento o el cohete, entre otros. Apenas dos horas de paseo lunar sirvieron a Armstrong y Aldrin para desplegar una bandera estadounidense, hablar por radioteléfono con el presidente, tomar fotografías, recoger muestras del suelo y colocar un placa conmemorativa: "Aquí, unos hombres del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna, en julio de 1969 A.D. Vinimos en son de paz y en nombre de toda la humanidad". Los astronautas no se distanciaron en ningún momento a más de 100 metros del Eagle, que volvería a despegar del "Mar de la Tranquilidad" para reacoplarse al Columbia unas 21 horas después del alunizaje, portando 21,55 kilos de rocas y tierra lunares. En las primeras horas de la mañana del 24 de julio, ocho días después de que el cohete Saturno V despegara desde el Centro Espacial Kennedy con la cápsula Apolo XI, ésta amerizaba en el Océano Pacífico. El sueño del presidente se había hecho realidad. Paradójicamente, el entusiasmo por haber ganado la carrera espacial a los rusos se disipó muy pronto y la NASA asumió en seguida que no tenía sentido seguir enviando viajes espaciales tripulados a la Luna. Por ello, sólo otros diez hombres pudieron pisarla hasta 1972. Aunque parece que el interés espacial se ha recobrado, ya que la Agencia Espacial Estadounidense lanzó el mes pasado dos sondas lunares en busca de agua, sitios de alunizaje y datos científicos para preparar su regreso con el objetivo de estudiar la posibilidad de que el hombre pueda vivir en la Luna de forma permanente. Control desde la sierra de Madrid La histórica frase de Armstrong recayó sobre un pequeño y desconocido rincón del planeta: una base situada entre las localidades madrileñas de Navalagamella y Fresnedillas de la Oliva, dos pequeñas poblaciones al oeste de Madrid desde donde se dirigió la misión del Apollo XI y que hizo posible su llegada a la Luna. Por entonces, sólo había tres estaciones de seguimiento: la de Goldstone (California, Estados Unidos), otra en Camberra (Australia) y la española. Cada una controlaba durante ocho horas -por la rotación del planeta- la misión espacial y cuando el Apollo posó la nave sobre la superficie lunar coincidió en el período de seguimiento español. Los artífices de este acontecimiento fueron un grupo de españoles que se encargaban de dirigir el viaje estelar, miembros algunos del equipo de dirección de la estación espacial. La Estación Apollo de Fresnedillas-Navalagamella, perteneciente a la Red Espacial de Vuelos Tripulados (MSFN) de la NASA, tuvo un papel principal en todas las misiones del proyecto Apolo. Aunque otros miembros de la estación, con un papel no por ello menos importante, contribuyeron y participaron activamente de la conquista. Electricistas, cocineros o carpinteros, asumieron la responsabilidad de que de sus trabajos dependían las vidas de los astronautas.