SIN CONCESIONES
La voz de las conciencias
Por Pablo A. Iglesias4 min
Opinión12-07-2009
Que el Papa Benedicto XVI reclame una reforma de Naciones Unidas ni es nuevo ni llama la atención ni sorprende a nadie. Sin embargo, es la principal conclusión que algunos sacan de su nueva encíclica Caritas in veritate para así tratar de silenciarla. La reflexión menos importante es precisamente la que Joseph Ratzinger extrae sobre una institución apenas servible para construir un mundo mejor por su inoperancia política y su falta de competencias en lo económico o lo social. Tras cinco años de pontificado, el Papa nos lanza un mensaje de luz para recorrer el arduo camino del siglo XXI. Habla de amor, de caridad, de gracia, de vocación, de vida, de justicia, de bien común, de verdad... Son ideas perennes sobre los evangelios, la teología y el humanismo que se entremezclan con lecciones aún más sabias sobre la crisis económica, el desarrollo sostenible, la eutanasia, el aborto, la cooperación internacional, el laicismo, la inmigración, el mercado laboral y la globalización. El Papa reclama a los hombres una solidaridad sincera con el Tercer Mundo porque "la caridad sin verdad cae en mero sentimentalismo" y "se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente". Lamenta que "la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos" porque los seres humanos no nos tratamos como iguales sin considerarnos hijos de un mismo Dios. Saluda el proceso de globalización que "adecuadamente entendido y gestionado" permitiría redistribuir la riqueza "a escala planetaria como nunca se ha visto antes" pero advierte de que "si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad". Afirma que "no basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico" sino que el desarrollo debe ser "ante todo auténtico e integral" para hacer crecer a la persona. Critica que la competencia feroz del actual mercado supone un "grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los derechos fundamentales del hombre y para la solidaridad". Cuestiona las abundantes deslocalizaciones empresariales porque "no es lícito deslocalizar para explotar sin aportar a la sociedad local una verdadera contribución". Pide proteger a la persona por encima de todas las cosas "pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social". Señala que la lucha contra el hambre "no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales" y recalca que "el derecho a la alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida". El Papa denuncia que algunos estados y organizaciones condicionan "las ayudas al desarrollo a determinadas políticas sanitarias" que promueven el aborto y expresa su preocupación por los movimientos que reivindican la eutanasia y las leyes que ya la reconocen. Exige cuidar el medioambiente para "dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola". Pone de manifiesto la enorme contradicción que existe entre la defensa de la vida animal o vegetal y la promoción entre los humanos de una cultura de muerte que se plasma en el aborto y la eutanasia: "El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad". Por eso, recomienda un "cambio efectivo de mentalidad" en el modo de vida contemporáneo que "tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan". Benedicto XVI se moja a sus 82 años en esta encíclica social como si fuese un joven de 18. Pone en su sitio a todos: empieza por los propios cristianos y prosigue con las empresas, los estados, los ecologistas, los abortistas, los libertarios, los laicistas y todos los que se pelean a favor y en contra de la globalización. El Papa reclama un nuevo sistema económico dirigido por personas que sigan "principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico". Pone a la Iglesia, a Caritas, a Manos Unidas y otras muchas organizaciones solidarias laicas como ejemplo de que "es realmente posible". El máximo dirigente del Vaticano no se comporta como un jefe de estado cualquiera. No necesita reuniones del G-8 para hacerse la foto ni demostrar al mundo su poder. El Papa se basta con la palabra para transmitir las ideas que convienen a este mundo. Su voz encarna nuestras conciencias. Escuchémosla y ayudemos entre todos a mejorar el planeta.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito