ANÁLISIS DE ECONOMÍA
Optimistas como obligación
Por Gema Diego
2 min
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Esta semana la Universidad Internacional Menéndez Pelayo me ha hecho un gran regalo: dos días en Santander, en el espectacular entorno de la península de La Magdalena, reflexionando sobre la crisis y sus implicaciones, comparándola con la originada por el crack de 1929 y la posterior Gran Depresión de los años 30, en un curso de verano dirigido por Pedro Martínez Lillo y Joaquín Estefanía. Dos días bebiendo de las ideas de expertos como el propio Estefanía, Pablo Martín Aceña, José Antonio Alonso, Ana Antón-Pacheco, Román Gubern y hasta el ex presidente del Gobierno Felipe González. Diez horas de encuentro para apenas media docena de participantes, un auténtico desperdicio, un verdadero privilegio. Regreso a casa con la sensación de comprender un poco mejor los entresijos de la coyuntura económica que nos tiene tan preocupados desde hace meses, desde el estallido de la burbuja subprime a mediados de 2007. Con la percepción de que el mundo está mejor preparado que en los años 30 -hay Unión Europea y los líderes estatales no se parecen mucho a los de antaño-, de que la crisis de aquella época fue de retirada de depósitos y la actual viene de la falta de liquidez de los bancos; con la idea de que las potencias emergentes, por una vez, sufrirán, pero no tanto, mi maleta vuelve cargada con varias hojas llenas de apuntes que rumiar. Volver a ver Los lunes al sol -la película de la crisis que se hizo antes de la crisis- y leer Las uvas de la ira, de John Steinbeck, y El Gran Dinero, de John Dos Passos, así como terminar mi lectura inacabada de La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe, serán mis próximos deberes para entender la repercusión de estos baches en la vida, la cultura y la sociedad. Y, sobre todo, me quedo con la máxima de que tenemos que ser optimistas por obligación –que no ingenuos- para poder superar una crisis que tiene un potencial tremendamente dañino, pero de la que aún podemos escapar con relativa rapidez si se toman las medidas correctas. Y que conllevará un déficit y generará una deuda que habremos de pagar en los próximos 25 años.
