ANÁLISIS DE LA SEMANA
Amor ciego
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad03-02-2002
Deambula por la cartelera española Amor ciego, una película de las que marcan. Más bien de las que provocan traumas. En ella, chico del montón -y es exagerado decir del montón- se enamora de un montón de chica. Es decir, una mujer amplia, grande por los cuatro costados. Él percibe una talla 38 donde el resto del mundo ve otra realidad que eleva esas dimensiones a la enésima y descubre sonrisas donde el llanto ocupa las horas muertas de un hospital infantil. Después de abandonar la sala de cine el traumatizado espectador sigue pensando en la moraleja de la producción: la belleza va por dentro, dan igual los cánones que establezca la sociedad. Hay que amar. Así de sencillo, aunque se ocurra hacer lo contrario con quienes se esforzaron por que esta comedia no tenga ni pizca de gracia. La moda por estar guapo y delgado puede poner en peligro la vida. Es más, algunas personas llegan incluso a atreverse a entrar en el quirófano para aumentar o quitar lo que antes no había o lo que sobraba. Con este riesgo y un buen puñado de billetes para parecerse a X se pierde en ocasiones la vida y, con el afán de acercarse al ídolo de belleza, se pierde también la oportunidad de ser uno mismo. Que es lo que cuenta. La arcilla con la que está hecha el hombre no puede moldearse a capricho. Vivir no es el sucederse continuo de los antojos, sino llenar cada minuto de intensidad, cada uno de la suya. Muchas cosas pueden evitarse con el amor, ciego o miope: desde morir en el quirófano por tener los labios más gruesos, hasta pedir el divorcio al mes de casado. La vida es la duda a la que cada hombre tiene que dar una respuesta a su medida. A veces el amor abre los ojos y la inteligencia. El sida se previene con la cabeza. La contaminación se evita con el conocimiento y la valoración del entorno. Quizás las guerras se acabarían si no hubiese almacenes armas para defenderse y que en cualquier momento pueden estallar. Lástima que algunos enamoramientos sean platónicos.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo