ROJO SOBRE GRIS
Dos horas y cuatro párrafos
Por Amalia Casado
1 min
Opinión19-04-2009
Porque tengo mucho o porque me siento vacía, me sucede a veces: no quiero escribir. A veces pasa porque no sabes el rumbo; a veces, para saber qué rumbo tomar. Son dos experiencias distintas. La primera desespera. Te taponas. Te bloqueas y no sabes seguir. La segunda entusiasma. Estás llena pero quieres poner las cosas en orden, para pensar y reposar. Y no sabes por dónde empezar. En ambos casos te sientes pequeña. Quieres escribir y no puedes. Quieres pensar, y no puedes. Te quieres aclarar, y no puedes. Quieres llegar, y no puedes. Sencillamente. Y hoy me siento así. Llena, pero así: incapacitada para contar. Es el momento del esfuerzo y de la humildad. Toca callar. Toca esperar. Toca escuchar. Toca luchar. Cada pensamiento claro que logra abrirse camino hasta la punta de mis dedos llega extenuado a la hoja en blanco. Sin aliento. Lo miro una vez, y lo veo pobre. Lo vuelvo a mirar, y entonces me conmueve como si fuera el torpe e inútil primer paso de un parapléjico tras meses de rehabilitación. Después, nada. Después, salto de párrafo para volver a empezar de cero. Pero ya van tres. Tres párrafos. Tres verdades como puños. Tres pensamientos con vida propia cada uno arrancado de la aparente nada. Se los he arrancado a mi silencio. Se han abierto paso mientras yo también lo hacía entre la multitud de mí misma. Les he convencido para salir a la luz, para que se pronuncien. Los he parido; y no son míos aunque son yo. Como los hijos. Dos horas y cuatro párrafos. Sudados. Luchados. Eternos. Rojo sobre gris al esfuerzo por llegar. Estoy contenta. Muy contenta aunque leo de nuevo y me parece poco, apenas nada. Pero es mucho: es todo.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo