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ANÁLISIS DE DEPORTES

Perder intimidad para ganar credibilidad

Fotografía

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura2 min
Deportes07-12-2008

Si cualquier persona con un mínimo manejo de Internet pudiera saber dónde se encuentra usted en cada momento, qué viajes tiene planeados o cuáles son los resultados de sus últimos análisis de sangre lo lógico es que usted, sujeto espiado, se sintiera cuanto menos algo molesto. Para un ciclista sospechoso de dopaje, en cambio, este es el pan de cada día. La situación ha llegado a un punto extremo en dos casos muy llamativos. Lance Armstrong, acusado por el diario francés L’Equipe de haber ganado varios Tours de Francia dopado, e Ivan Basso, recientemente reincorporado a la competición tras cumplir una sanción por doping, han perdido gran parte de su intimidad. Existen dos páginas web en las que Armstrong (http://twitter.com/lancearmstrong) y Basso (www.mapeisport.it) narran la evolución de sus entrenamientos, de sus niveles de hemoglobina en sangre e, incluso, de sus relaciones personales. Es el precio que han de pagar por regresar a la competición tras un periodo de ausencia y bajo la oscura sombra del dopaje. En el caso del estadounidense, las sospechas sobre su persona le han empujado a crearse una página en twitter.com en la que publica, a través de su agenda electrónica, cometarios sobre cada reunión, entrenamiento o acto público y privado que desarrolla a lo largo del día (ha llegado a informar sobre sus actividades hasta 24 veces en 24 horas). Mientras, el equipo del italiano redacta cada día una especie de diario de entrenamiento en el que se detallan las variaciones de su forma física y se revelan los resultados de los diferentes controles a los que es sometido. Tanto Armstrong como Basso (y sus respectivos equipos) pretenden, de esta forma, lavar una imagen que, en el caso del segundo más que en la del primero, se ha visto deteriorada por escándalos de dopaje. Ambos dicen estar dispuestos a todo para demostrar transparencia y limpieza. Haber cedido parte de su intimidad y ser pioneros en tales iniciativas para colaborar a la desinfección de un deporte enormemente contaminado son cosas que les honra. Pero tampoco debe uno pecar de ingenuo. El mundo del ciclismo lo ha hecho con frecuencia (el Caso Festina fue la bofetada que los despertó, por primera vez, de su ensoñación) y lo ha pagado. Por ello no hay que olvidar que, al fin y al cabo, Armstrong y Basso no cuentan nada más allá de lo que les interesa que se sepa. Si están siendo realmente sinceros y limpios, la experiencia lo ha demostrado, es algo que puede que nunca se llegue a saber.

Fotografía de Alejandro G. Nieto