ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Pan para sopones
Por Almudena Hernández
2 min
Sociedad02-11-2008
Siempre guardaba un poquito para el final de la cena, para empujar el postre o para echar pedazos en un vaso de leche, "sopones", los llamaba él. Lo hacía quizás como homenaje a esas veces que sólo pudo tomar ese alimento, o a las muchas en que ni siquiera lo tenía para llevárselo a la boca. Comía con ansia y con gusto, como si lo que había en el plato fuese lo único que iba a tomar en mucho tiempo. Era un glotón y no desperdiciaba nada. No tenía hipoteca que pagar, pero tampoco poseía grandes cosas ni carísimos bienes. Vivía, como quien dice, al día, remendando zapatos... Y de crisis, sabía un rato, aunque no utilizaba los periódicos de papel salmón y los otros más que para envolver el material del trabajo. Sabía que su oficio bien aprendido con esfuerzo y tesón era su pan de cada día. Y en vez de afrontarlo como una carga, tomaba su trabajo con ilusión. Tenía la certeza de que con sus manos, cosiendo, pegando y zurciendo zapatos, era un hombre íntegro, realizado, completo. Fue feliz. El domingo, mientras agarraba una de mis cargas para seguir adelante, le recordé. No en vano era el día de la visita a los cementerios. En un camposanto estuvo él un rato, justo ahí donde se le recuerda, donde las rosas rojas en un puchero de barro. Consuelo de vivos... El abuelo sabía que el pan no cae del cielo, aunque en su gusto por los refranes, de vez en cuando nos soltaba aquello de que nacemos con uno bajo el brazo. En estos tiempos de crisis y comida basura -y de alimentos a la basura-, de injusticia descomunal y pérdida de rumbo, valgan los gestos y los pequeños recuerdos para volver al camino. A mucho hambre no hay pan duro.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo