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ANÁLISIS DE ESPAÑA

La fiesta del G20

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España25-10-2008

“Ya no te invito a mi fiesta”. En los colegios todavía se escucha de vez en cuando esta sentencia cuando algún crío quiere amenazar severamente a algún compañero. Y generalmente lo consigue. Independientemente de que las fiestas, de suyo, gusten a todo el mundo, estar invitado significa haber pasado una selección previa. Estar entre los elegidos. Cuando los críos ya se van haciendo mayores, las fiestas suponen algo más importante si cabe. Es una cuestión de popularidad y socialización. Son sensaciones intangibles pero que, en su momento, suponen una gran importancia. Estar invitado a una fiesta no le hacía a uno más alto, ni más guapo, ni le desaparecían los granos. La chica que te gustaba seguía sin hacerte demasiado caso. Sin embargo, había que estar fuese como fuese. Si había que hacer la pelota al anfitrión, engañar a tus padres, ponerte aquel jersey horroroso para no desentonar o incluso colarse, se hacía. Porque quedarse fuera si que te hacía definitivamente más bajo, más feo y de la chica, olvídate. Ahora Zapatero busca como sea lograr que le inviten a la fiesta que organiza en Washington el país más popular de la clase, quien ha invitado a los que son como él y a otros muchos que aspiran algún día a estar en ese grupo. Pero la no invitación a esa reunión del G20 ha devuelto a España a su realidad de los últimos siglos en política exterior. Esa que se estudia en los libros de texto y que dice que España hubo un día que en su imperio no se ponía el sol, pero que acabó pasando sin pena ni gloria por cualquier reunión internacional que se preciase. Allí donde hubiese que decidir un tratado de paz o declaración de guerra, allí donde hubiese que repartirse unas tierras, España, o no iba, u ocupaba una discreta segunda o tercera línea o le daban dos migajas y a correr. Ni el milagro económico, ni salir de una dictadura protagonizando una transición ejemplar, ni siquiera llevar ya unos años en el club de la UE. Nada ha servido para estar ahora entre los elegidos del G20. Por eso Zapatero agota desesperado todos los mecanismos para lograr que alguien le invite. Pero pocos parecen querer llevarle de compañero de baile. ¿Tendrá que acabar haciéndole la pelota al anfitrión?. Podría ser la última gran venganza de Bush a falta de diez días para retirarse. En caso de terminar siendo invitado, Zapatero no será ni mejor ni peor presidente. El hecho de salir en la foto no le hará más guapo ni más alto. Cuando se estudie esta cumbre en los libros de texto, España seguirá sin ocupar un lugar de protagonismo. Y, sobre todo, lo que es más importante, seguramente los españoles no sufrirán menos la crisis. Pero Zapatero ha experimentado de nuevo las ansias por estar entre los elegidos. Algo parecido a lo que invadió Aznar cuando asistió a la fiesta de las Azores para pésimo resultado personal. Hay fiestas por las que uno no debe ni pasarse, pero otras por las que merece la pena rebajarse un poco a fin de que te inviten. Y la que tiene lugar el día 15 de noviembre parece que promete. Eso a pesar de que ya ha sido presentada como la cumbre en la que se va a reinventar el capitalismo. Que miedo.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio