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ANÁLISIS DE ECONOMÍA

Después de criticar a Keynes

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Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
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Ha tenido que intervenir. El Gobierno estadounidense no ha podido permanecer quieto por más tiempo, viendo como la bolsa y el consumo se precipitan hacia el vacío. Y lo ha hecho con un paquete de medidas y un arrogamiento de poder económico -el secretario del Tesoro, Henry Paulson, adquirirá funciones “especiales” por dos años- que no tiene parangón desde la Gran Depresión de los años 30, cuando la doctrina Keynes vino a sacar al país de la crisis en que lo había sumido el crack de la bolsa de Nueva York en 1929. Y eso que en la última década las críticas a Keynes no escaseaban y por doquier surgían adalides del libre mercado. Esta vez, éste ha vuelto a demostrar sus debilidades, unas incorrecciones que un gobernante, como gestor que es, debe subsanar. De hecho, las medidas deberían haber sido adoptadas hace tiempo, a modo de prevención y de vigilancia, evitando que la manga fuera demasiado ancha con la suscripción de hipotecas y préstamos de alto riesgo y las condiciones con que operaban determinadas entidades. Ahora, no es que lleguen tarde, pero las iniciativas serán mucho más costosas -700.000 millones de dólares, una cifra similar al presupuesto de la guerra de Iraq- y dolorosas, puesto que la especulación se ha tornado excesiva y el sistema, deuda a deuda, ha demostrado que su elasticidad no es infinita. Y dolorosa será la solución porque deberá ser emprendida con dinero público: fondos que tendrían que estar costeando ayudas, subvenciones e infraestructuras para todos deberán emplearse en salvar compañías de créditos para que no vayan a la ruina. Aun así, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y uno de los críticos del mercado completamente desregulado, asegura que esta medida es pan para hoy y hambre para mañana mientras no se acepte el fin del libre mercado puro. Poner parches para volver al punto de partida sirve para bien poco.

Fotografía de Gema Diego