ROJO SOBRE GRIS
Mezclar
Por Amalia Casado
3 min
Opinión18-05-2008
Yo no podía despegar la oreja de la radio aunque tampoco podía dejar de tirarme de los pelos. Fue una de esas situaciones en las que, gracias a Dios, vas acompañada de alguien con sentido común que te dice: Apaga. Sabes lo que van a decir y seguir escuchando es una tortura. Era un programa de noche presentado por una mujer y con varios contertulios. Simultaneaban dos temas que entre sí tienen la misma relación que un arbusto con el marco de una puerta, es decir: ni la sombra. Y recibían llamadas de los oyentes. Los dos temas que se mezclaban eran la situación de los guardias civiles y de las casas cuartel, por un lado, y si los juguetes son o no sexistas. No sé si sabrán, pero es importante conocer que la forma de presentar la información en un medio es también informativa. Como en la cocina, o como en el arte, por mucho eclecticismo o deconstructivismo que esté de moda, hay cosas que no casan bien; sólo por falta de formación del gusto o por ignorancia hay quien se atreve a juntarlas, y sólo quien es genial o tiene una verdadera formación lo sabe. Hablar simultáneamente de dos temas que no tienen nada que ver no genera claridad ni contribuye a que quien escucha, lee o mira clarifique conceptos. Y el derecho a la información obliga a la formación de quien informa. Deberíamos discutir si cualquiera que ostente un título está cualificado realmente para el ejercicio de la profesión que supuestamente le acredita a desempeñar, porque en el mundo de los medios hay muchas personas que no están preparadas para el ejercicio del periodismo, que no es sólo una técnica, sino también un trabajo de contenido intelectual en el que la consideración de cómo lo que digo repercutirá en quien me escucha o lee no es indiferente. Hablar por hablar es una irresponsabilidad. Rellenar huecos y espacios con lo que sea es una desconsideración hacia el oyente que atenta contra su derecho a la información, que obliga al periodista a informar y, por tanto, a estar preparado para hacerlo. El caso es que llamó un oyente. Su argumento era el siguiente: "Aunque a mi hijo le encante la cocinita de su hermana; aunque le haga gracia el kit de limpieza de su hermana, la realidad es que el cerebro de un hombre y el de una mujer son diferentes". "¿Pero es usted científico o algo así?", le preguntó la presentadora del programa. "Pues no", respondió el oyente, "soy veterinario". "¡Ah! Pues entonces lo suyo es una opinión como otra cualquiera", sentenció la presentadora, ufana y más ancha que larga. Poco después, apagamos la radio. ¡Pues no todo es opinable! No se puede dirigir bien una tertulia sobre este tema sin haberse preparado antes lo suficientemente como para saber que sí, que su cerebro y el del ministro de Sanidad son diferentes por el sencillo hecho de que usted es mujer y él es hombre, de la misma manera que su pantalón y los que lleve el ministro tienen un patrón diferente no porque a alguien le pareció divertido o por hacer diferencias de forma arbitraria. Y eso es así lo diga un cocinero o lo niegue el ministro de Sanidad. Mezclar temas que no tienen nada que ver entre sí, igual que considerar cualquier afirmación como algo opinable por definición es algo tan habitual en nuestra sociedad como impropio de la capacidad intelectual del ser humano y de su anhelo por conocer la verdad de las cosas. Así que Rojo sobre gris para aquel oyente, no por el hecho de ser distinto, que no siempre es bueno, sino por lo inhabitual del sentido común que demostró y por el respeto con el que se dirigió en aquella llamada como oyente.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo