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SIN CONCESIONES

La prensa del corazón

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión17-05-2008

Soy periodista y, como tal, debería ser el primero en defender por encima de todas las cosas la libertad de expresión y el derecho de información. Sin embargo, no lo hago porque antes que periodista soy persona. Asumo y reconozco que los periodistas en ocasiones podemos ser y solemos ser muy pesados. Todos los días suele haber algún político o personaje variado que se niega a hacer declaraciones cuando los plumillas nos acercamos a pedir unas declaraciones. Casi siempre lo comprendo. Yo estoy en mi derecho a preguntarle de la misma manera que él tiene el derecho a no contestar. Cuando obtengo una negativa por respuesta lo respeto y lo acato, como periodista y como persona. Sólo hay una excepción: los políticos, las celebridades y demás protagonistas de la actualidad a veces se escudan en su derecho a no hablar para mantener silencio cuando no les conviene. Ahí no hay derechos que valgan. Rajoy, por ejemplo, no puede eludir a la prensa el día que María San Gil abandona la ponencia política del PP. Callarse en ocasiones así no es un derecho, es una cobardía. Cosa distinta sería que los periodistas nos colocáramos a las puertas del domicilio de Rajoy para asaltarle micrófono en mano cuando en pleno domingo saliera a pasear con sus dos hijos. Sería una intromisión en su vida privada. Esta es una de las circunstancias que no admiten algunos periodistas, especialmente muchos de los denominados del corazón. Para ellos, el carnet de prensa es un cheque en blanco que les concede plena libertad para trabajar y actuar a su antojo. Olvidan que su libertad de prensa y su derecho de información termina donde comienza la libertad individual y el derecho a la intimidad de la persona a la que ellos persiguen. Estos mercaderes de la prensa rosa han perdido el criterio informativo -si es que alguna vez lo tuvieron- y sólo se preocupan de ganar dinero. Han subordinado el periodismo al negocio empresarial hasta pisotear los principios y los valores que siempre tuvo el profesional de la noticia. Cosas así son las que a algunos profesores de Periodismo nos empujan a enseñarles a nuestros alumnos universitarios que la prensa del corazón no es periodismo. Es otra cosa. No pretendo buscar culpables. Habitualmente se señala de manera injusta a quienes, micrófono en mano, aguardan en plena calle a un famoso para interrogarle sobre su vida privada. Parecen desalmados pero casi siempre son jóvenes malpagados que pasan decenas de horas al aire libre pasando frío con el fin de pagar su hipoteca. Los verdaderos responsables están en la dirección de las cadenas de televisión y en el sofá de cada domicilio. Ambos tienen en su mano la capacidad para acabar definitivamente con esta basura. Bastaría con que los primeros apostaran por programas de calidad o que los segundos cambiaran de canal -como hacemos muchos- cuando arranca suena la sintonía de La noria, ¿Dónde estás corazón? o Gente. A mí no me interesa en absoluto la vida privada del último concursante de Gran Hermano ni la novia de turno de un torero medio del escalafón ni la salida de tono de un mal actor venido a menos y mucho menos la rubia mil veces operada que financia sus escarceos con el bisturí vendiendo exclusivas a las revistas de papel couché. Ni siquiera me interesa la vida privada de la hermana de la princesa Letizia como tampoco me interesan las hijas de Zapatero. Aunque sólo sea por eso, estoy con Telma Ortiz y con cualquier celebridad, familiar o amigo de famoso que en su vida privada se sienta acosado por otros periodistas porque esos mancillan el trabajo y la profesionalidad de este hermoso oficio.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito