SIN CONCESIONES
La rectificación
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión13-04-2008
No sé si usted lo habrá notado. Hace un mes que no escribo de política. Desde las elecciones generales del 9-M he preferido reflexionar sobre otros detalles de la vida que tienen menos notoriedad pero en el fondo son más trascendentales. No es casualidad. Me tome unas vacaciones para analizar con calma el resultado de las urnas, observar con atención el comportamiento de nuestros dirigentes y llegar a unas conclusiones objetivas a la vez que acertadas. Muchos pensarán que no lo he conseguido pero el nombramiento de los nuevos ministros ha ratificado mi diagnóstico. Primero comenzaré por la oposición. Rajoy debería haberse marchado a casa la misma noche de los comicios. Dos derrotas electorales en cuatro años son demasiadas por mucho que haya subido en número de escaños y de votos. Su seriedad, prudencia, sensatez y moderación no llega a los ciudadanos. Sus virtudes llevan a pensar que sería el mejor presidente del Gobierno que nunca ha tenido España pero parece evidente que jamás llegará a serlo porque su falta de carisma, su timidez y escasa ambición son un lastre demasiado pesado para un líder de la oposición. La política no entiende de buenas personas, sino de buenos actores que representen delante de las cámaras el papel que los ciudadanos quieren en cada momento. Con Soraya Sáenz de Santamaría y Pío García-Escudero puede sortear muchas más adversidades mediáticas que con Eduardo Zaplana y Ángel Acebes. Pero el verdadero problema no está en las formas de quienes le acompañan, sino en las suyas. Aún así, no me extraña que la mayoría del PP le prefiera a él que a Esperanza Aguirre. Zapatero también debería haberse marchado a casa el 9-M... si los españoles hubieran votado con un poco de cabeza. Pero ganó. Ahora tiene cuatro años por delante para corregir todas las barbaridades de la anterior legislatura. Sin embargo, no está por la labor. En su investidura leyó un discurso que, en la forma, vaticinaba muchos cambios con respecto a su primero mandato y que, en el fondo, evidenciaba que no hay intención de enmienda. Habló de buscar acuerdos con el PP pero despreció a Rajoy hasta caer en el insulto y la manipulación de sus palabras. Presumió de no tener ataduras pero regaló a los nacionalistas dos cargos importantes del Congreso antes de cruzarse alabanzas propias de dos enamorados. El mensaje sigue siendo el mismo, aunque hay que admitir que el formato ha cambiado. Aquí es precisamente donde está la novedad y, al mismo tiempo, la incoherencia. Zapatero ganó las elecciones generales del 9-M con cuatro escaños más que en 2004. El resultado empuja a pensar que los ciudadanos han refrendado su gestión anterior. Pero no es así. La misma noche de las urnas quedó demostrado que el PSOE perdió medio millón de votos moderados, aunque ganó otros tantos de los sectores más radicales, independentistas y republicanos. Él lo sabe y por eso ha emprendido un viaje de regreso al centro que, por ahora, es sólo simulado. Basta mirar las caras del nuevo Gobierno. Siguen tres desastrosos ministros como Mariano Fernández Bermejo, Magdalena Álvarez y Miguel Ángel Moratinos. Quita a una experta en cambio climático como Cristina Narbona y fusiona su ministerio con el de Agricultura. Echa a Jesús Caldera después de felicitarle en plena campaña por haber creado 3 millones de empleos. Y para colmo recupera a su amigo Miguel Sebastián después del fiasco cosechado en su anterior experiencia política. Poco o nada tiene sentido. Cambia lo bueno y mantiene lo malo. Es el mundo al revés. Más de lo mismo para una nueva legislatura.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito