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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Osama y Europa

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
España03-12-2001

Sólo ha bastado un enemigo común para que se haya hecho más Europa que en medio siglo. Lo decía esta semana el liberal británico Graham Watson, con motivo de la aprobación el pasado jueves por la Eurocámara de la orden europea de busca y captura: “Osama Bin Laden puede haber hecho más por la integración europea que cualquier otro desde Jacques Delors". Europa es un sueño. Es el sueño de la paz y es el sueño de la unión. No en vano, este gran sueño fue el resultado de que Alemania y Francia cayesen en la cuenta de que era preferible compartir antes que competir hasta la muerte. Que su unidad sería la fuerza para garantizar la propia existencia, esa que peligra con la guerra, esa que no depende sólo de la economía, ésa tan vinculada a la propia naturaleza del hombre, a la dignidad, que es ése concepto descubierto en el seno de la cultura greco-latina y cristiana. Se quiera o no se quiera, no es otra la savia heredada. Europa tiene mucho que aportarle al mundo. Son necesarios políticos bien formados en los valores profundos de esta cultura, de esta cosmogonía que inspira el pensamiento europeo. Van más allá, mucho más allá de ese liberalismo adulterado en su alianza mortal con un capitalismo egoísta generador de crueldad, más allá de la Internacional Socialista y de la Internacional de Centro aunque con la primera no sean comparables. La diversidad en esa Europa de los pueblos y la preservación de ésta deben ser compatibles si se quiere apostar por una unidad que no sea totalizante y centralizadora. Deberían conocerse y aprenderse las raíces comunes de todos esos pueblos para comprender que las diferencias que pueden separar son sólo distintas formas de expresar unos valores y principios comunes. Inventar mitos y convertir en historia real leyendas separatistas, de forma irresponsable, cercena el sueño de esa Europa con alternativas, traiciona las raíces de una cultura que podría gestar en su seno un pensamiento liberador, que inspire estructuras sociales y políticas más justas, igualitarias y humanas. Ése es el reto para una Europa que ahora, ante el enemigo común, ha sabido unir sus esfuerzos a pesar de las dificultades. Sólo seis de los 15 países que componen la Unión Europea cuentan en su legislación con una definición de terrorismo. Es cierto que no la van a incorporar por el hecho de que en España exista un grupo terrorista llamado ETA, sino porque en una época de incertidumbre y de amenaza, ésa surgida a consecuencia del 11-S, también ellos corren peligro. Francia ha comprobado que las fronteras no son muros para el terror. Podría calificarse esta actitud de falta de solidaridad, de poca capacidad para ponerse en el lugar del otro a pesar de no ser potencial víctima de la misma amenaza. Pero pueden sacarse otras conclusiones. Se puede conservar la esperanza de que éste es un primer paso para que los Quince se conciencien de la capacidad de acuerdo que son capaces de generar, de que el instrumento poderoso que tienen en sus manos pueden ponerlo al servicio de distintos fines. Pero nunca de la violencia. Y quienes, de una u otra forma la justifican por omisión, son sus cómplices y responsables.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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