SIN ESPINAS
La Lou y los "sobresalteados"
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión03-12-2001
Permítanme el juego de esta semana. Va precedido del desconcierto, el aburrimiento y la necesidad de relegar el circo del mundo a cualquier esfera que no sea la personal. Si te pones, hacer que lo que desgraciadamente ocurre en el planeta injiera lo mínimo sobre lo más íntimo de tu ser, no es tan difícil. Sólo hay que encontrar el punto medio entre tu hipocresía y tu capacidad para poner en orden las cosas que de verdad te influyen. El juego que propongo es tan fácil como cerrar los ojos, apagar la tele, no leer los periódicos y evitar los boletines horarios de la radio que hablen de algún tema que crees que no vas a entender. Pasados unos días, tres o cuatro, te pones a opinar de todo lo que te ha llegado por los comentarios que hace la gente que si ha experimentado ese cruento influjo mediático. Después de hacer ese innoble ejercicio de opinar, te sinceras y reconoces que en realidad tienes la misma incapacidad para emitir un juicio coherente sobre el asunto que cualquier otra semana en la que hubieras leído, escuchado, visto y hecho caso a lo que los Media te hubieren propuesto. Para terminar, y si te interesa de verdad la cuestion, te vas tú mismo a las fuentes de información. Si no puedes encontrarlas, no te preocupes, sólo cambiará una cosa: lejos de estar informado no estarás desinformado. A ese juego no han jugado los jóvenes que, como yo, aunque al contrario de mí, vagaron o vaguearon por las calles de Madrid este fin de semana. Por eso, hicieron lo que hicieron. Ahora, ¿de donde demonios habrá salido una fuerza tan poderosa que siga dando pábulo a tanta elite de pastores mediocres? El joven se suma siempre a la divergencia que le propone el viejo trasnochado y enjuto de frustraciones. Este se las proyecta con demagogia para que el impúber se alíe con la actividad psicológica más propia de su entendimiento juvenil: romper normas y disentir por disentir. Del uso político que le dan los incapaces no hablemos porque con el cóctel ya todos han tenido su noticia publicada. ¡Vaya pena de carro al que se han subido los que hasta ahora no han sabido más que ir a marcha de burro! De alarmantes testigos impulsores, como digo, los medios. He aquí la razón de la diatriba y ofensa constante que le dedico a la actividad profesional que me está viendo nacer. Últimamente, cada vez que me acerco a ellos, salgo escopetado y gritando a lo Torrente: ¡Quita bicho! Luego, y en un ejercicio insano frivolizo, y al final retórico y pedante espeto: "El periodismo tenía tres patas. Al trípode se le cayó una porque a entretener aprendió cualquiera. Y al final, la patizamba profesión se quedó coja porque de formar deformaba y al informar desinformó para hacerme no entender nada".