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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Vida virtual

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión03-12-2001

Su rostro fantasmagórico y febril refleja luces catódicas de un escenario virtual tan real como el bar de la esquina, pero mucho más hermoso. La oscuridad de la habitación y la soledad de la casa facilitan la desaparición del mundo real en beneficio del virtual, que se cuela por la retina hasta el corazón y el inconsciente. Sólo el repiquetear de teclas invade la realidad, pero es un ritmo tan constante y relacionado con la conversación virtual que ayuda aún más al trance mágico de la Red. Los ojos, fijos en el cristal rectangular, evidencian lo que los psicólogos llaman estado de flujo: es uno con la virtualidad. Elegía el cuerpo que siempre quiso tener -hasta el tono de voz-, y los lugares donde siempre quiso viajar, y allí estaba, ligando con la chica perfecta... Pero no era un sueño: estaba despierto, elegía, casi palpaba -dentro de unos años, la tecnología permitiría hacerlo-, y, además, podía amar, matar, insultar, hacer el loco... sin tener que rendir cuentas con nadie. La búsqueda de una identidad virtual es posible hoy en Internet. A algunos, la virtualidad les atrae más que su propia vida. Pero aún muchos consideran este mundo poco real, alegan que no se siente de verdad, que no se palpa, que no se saborea, que los placeres y sensaciones no son como los reales. Es cierto, ya se pueden mantener relaciones sexuales por Internet, a miles de kilómetros de distancia, gracias a un traje virtual con miles de sensores que cubren todo el cuerpo, pero, aún, no es lo mismo. La excusa de esos muchos para no pasarse al mundo virtual -"no se siente igual"-, dejará de serlo gracias a la tecnología. En un mundo donde muchos cambiarían de cuerpo y personalidad, sólo habrá unos pocos a quienes no les preocupe qué y cómo se sienten, sino si es verdad o no lo que les sucede. Y ese día ha llegado: casi nadie pregunta si un embrión clonado y diseccionado -para muy buenos fines- o abortado es o no ser humano: el embrión no grita, no protesta, no hay reporteros que jueguen su vida para mostrar el sufrimiento embrionario, no le duele, no nos duele, no existe, no nos preocupa. En el fondo, un embrión clonado es más virtual que el chat visual que tiene apartado de la familia -de la vida- a muchos rostros fantasmagóricos y febriles en maravillo estado de flujo.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach