AVIACIÓN
Brasil sufre el peor accidente aéreo de su historia
Por Roberto J. Madrigal. BRASIL
3 min
Sociedad17-07-2007
Mientras la investigación apunta a un fallo en el reversor de una de las turbinas del avión o a un error humano, en lugar de las condiciones inadecuadas del aeropuerto de Congonhas, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, apronta el cese de su cargo del ministro de Defensa, Waldir Pires, y del presidente de la empresa pública de gestión de infraestructuras aeroportuarias (Infraero), el teniente brigadero José Carlos Pereira.
Los dos peores accidentes aéreos de la historia del país se han sucedido en menos de un año. A finales de septiembre de 2006, un fallo en los instrumentos de navegación y la asignación de rutas provocó el choque en pleno vuelo de un Boeing de la aerolínea Gol, que cayó en el Amazonas y provocó 160 muertos, y un reactor Legacy, que consiguió aterrizar. Ahora, en plena ciudad de São Paulo, un avión Airbus de la empresa TAM no consiguió parar en la pista de aterrizaje y chocó contra un edificio. El accidente se cobra 192 víctimas y una profunda conmoción en el país. La investigación y la identificación de los cadáveres, en cualquier caso, van para largo. La última causa probable es un fallo en un reversor –un sistema que empuja hacia delante el flujo de aire que sale de las turbinas y ayuda a frenar el avión–, lo que exoneraría de responsabilidad a Infraero y, por ende, al Gobierno. Pero cuando aún no se ha cerrado el caso por el accidente de Gol, cualquiera de las pistas hay que interpretarla con suma precaución, pues a menudo se trata de intentos por desviar la responsabilidad hacia otra parte. Los problemas de fondo Durante el último año, los problemas en el sector aéreo se han acumulado y el Gobierno brasileño ha sido incapaz, hasta ahora, de poner una solución. Los muertos en el accidente del aparato de Gol dejaron en evidencia las deficiencias en el control aéreo: los controladores, bajo comando militar, son pocos y trabajaban demasiadas horas, además con un salario escaso en comparación con los países desarrollados. De hecho, ha habido algunos conatos de rebelión, saldados con procedimientos disciplinarios tajantes. La lentitud para convocar nuevas plazas y las dudas para separar los equipos y competencias militares y civiles –una opción prácticamente descartada, dada la ineficiencia y el riesgo de corrupción en privatizaciones anteriores– están alargando la cuestión, a pesar de la insistencia del presidente Lula por resolverla. El aumento del tráfico aéreo es una consecuencia de las deficiencias en las redes de carreteras y la falta de ferrocarriles, que complican el transporte de mercancías y pasajeros a larga distancia, en un país cuya superficie es 17 veces mayor que la de España. Sin embargo, las infraestructuras no se han adecuado correctamente para soportarlo, especialmente en São Paulo. El aeropuerto de Congonhas, en medio de cuatro barrios residenciales, ha soportado un aumento constante de tráfico y pasajeros, pero no ha podido ampliar las instalaciones por falta de espacio. Precisamente la lluvia aceleró la reforma de la pista principal, que se había abierto el 29 de junio sin las ranuras de evacuación para el agua (grooving). Ahora, una vez decidido que se reducirá el número de operaciones, se debe definir si las alternativas –básicamente el aeropuerto internacional de Guarulhos, en la periferia de la ciudad– tienen capacidad suficiente para absorber el tráfico aéreo. A pesar de las partidas previstas en el pomposo Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC), anunciado por el Gobierno brasileño en enero, la lentitud para aplicar las inversiones en infraestructuras complica cualquier decisión, incluida la de construir un nuevo aeropuerto que costaría unos 2.000 millones de dólares y tardaría unos cuatro años en entrar en actividad.