SIN ESPINAS
Un ejemplo de pureza
Por Javier de la Rosa
5 min
Opinión15-07-2007
María tiene casi 12 años y es la tercera de siete hermanos. Su familia es muy pobre pero está unida y dispuesta a luchar para salir adelante. Su padre tiene que llevarse a toda la familia a unos campos cercanos a Roma para poder vivir de la agricultura trabajando para un conde potentado. A pesar de ser tan joven, María destaca ya en la familia por no ser caprichosa, ni desobediente y por no mentir nunca. Además, demuestra con muchos otros ejemplos su precoz madurez humana e intelectual. Su padre no deja de trabajar para sacar adelante a toda su familia. Pero el esfuerzo diario es tan agotador que pronto contrae el paludismo y a los 10 diez días muere. El padre de María tuvo que asociarse con otra familia para sacar adelante el trabajo para el conde. Se trata de un hombre y su hijo, cuya esposa había muerto en un psiquiátrico. Las dos familias viven en apartamentos separados, pero la cocina es común. El padre de María se arrepintió pronto de su socio porque es bebedor, indiscreto y bastante holgazán. Además, ha descuidado la educación de su hijo, un joven maleducado, grosero y vicioso de 19 años que gusta de empapelar su cuarto con fotos de chicas en pelotas y leer relatos eróticos. Tras la muerte de su padre, el socio y su hijo empiezan a ejercer una tiranía despótica sobre toda la familia de María, que ha quedado endeudada y comprometida por un contrato de alquiler. Su madre no puede ni encargarse de cuidar a todos sus hermanos porque se pasa todo el día trabajando en el campo. La pequeña María ocupa el lugar de su madre en la educación de sus hermanos; y los cuida con esmero de la mejor manera que puede. Incluso, durante las comidas, no se sienta a la mesa hasta que todos están servidos, y después ella se echa las sobras. El joven maleducado se llama Alejandro y en aquellos tiempos empieza a hacer proposiciones indecentes a María; que al principio no las comprende. Cuando adivina sus intenciones se asusta y le pide a su madre que nunca la deje sola. Su madre le pregunta el porqué de sus miedos, pero ella no responde porque Alejandro la ha amenazado con matarla si dice algo. Al no recibir más explicaciones de María, su madre considera un capricho la petición de su hija. Hacia las 3 de la tarde del 5 de julio, María se queda sola en casa. Está cosiendo una camisa que Alejandro le había dado y vigilando a su hermana Teresa que duerme a su lado. De pronto aparece Alejandro: "¡María!", grita. "¿Qué quieres?". "Quiero que me sigas". "¿Para qué?". "¡Sígueme!". "Si no me dices lo que quieres, no te sigo". Ante la resistencia de María, Alejandro la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. María grita, pero nadie la oye. Al no conseguir que la víctima se someta, Alejandro la amordaza y la amenaza con un cuchillo. María se pone a temblar pero no deja de resistirse. Furioso, Alejandro intenta arrancarle la ropa violentamente, pero María se deshace de la mordaza y grita: "No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno". Lejos de dejarla en paz, el desgraciado levanta el arma e insiste: "Si no te dejas, te mato". Ella sigue resistiéndose con todas sus fuerzas. Tiempo atrás había insinuado a su madre que prefería morir a perder su virginidad y su pureza de maneras deshonestas. Lleno de rabia por la negativa y el rechazo de la niña, Alejandro en un arrebato de ira la atraviesa a cuchilladas. María se pone a gritar: "¡Dios mío! ¡Mamá!", y cae al suelo. Al creerla muerta, el asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla gimotear de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez de parte a parte; después, sube a encerrarse a su habitación. María ha recibido catorce heridas graves y se ha desmayado. Al recobrar el conocimiento, grita pidiendo auxilio. Aparecen su madre y el padre de Alejandro y ella exclama "¡Mamá! ¡Es Alejandro, que quería hacerme daño!". Llaman al médico y a los guardias, que llegan a tiempo para impedir que los vecinos maten a Alejandro en el acto. No hay nada que hacer; ha sido alcanzada en el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino y después de un largo y penoso viaje en ambulancia, los médicos se sorprenden de que 5 horas después todavía no haya muerto. Al llegar el cura para darle la Extremaunción, María se confiesa con toda lucidez y antes de comulgar el capellán la interroga: "María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino?". Ella, reprimiendo una instintiva repulsión, le responde: "Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado". Después, María no se lamenta y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la Virgen. Además, consuela a su madre que está en la cabecera de la cama: "Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?". El final se acerca. Se le oye decir: "Papá" y llamar a la Virgen. Después muere. Su asesino es condenado a 30 años, pero pasado un tiempo se arrepiente con la ayuda de un sacerdote. Salió de la cárcel por buena conducta 4 años antes de cumplir su condena. También es perdonado por la madre de María. Después, ocupará el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una conducta ejemplar, y será admitido en la orden tercera de san Francisco. Gracias a su buena disposición, el Papa Pio XII lo llama como testigo en el proceso de beatificación de María Goretti; que fue canonizada en 1950.
