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ROJO SOBRE GRIS

Mírame

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión09-04-2007

Teniendo muy claro a dónde vas, por lo menos tienes un norte. Y, si lo pierdes, lo puedes recuperar. De lo contrario, dice el dicho, todo viento es favorable para el barco que no tiene destino. Hacen falta criterios porque siempre estamos tomando decisiones. De peregrinación a Tierra Santa, poco necesita una maleta, y llenarla de objetos tampoco es el objetivo. Como en la vida, sin embargo, qué fácil resulta dispersarse. Te atrapan los ratos de aeropuerto y sus tiendas luminosas con sus atractivas ofertas y preciosidades. Te atrapas cuando piensas que quizás nunca vuelvas, y quieres verlo todo, tenerlo todo, comprarlo todo. ¿A qué he venido? Es importante tenerlo claro o querer tenerlo claro. Es importante, al menos, preguntárselo y buscar una respuesta ¿Se puede saber lo que se encuentra si no se sabe lo que se quiere? ¿Se puede encontrar sin buscar? En la vida y en todo: necesitamos un norte. Quizás quererlo todo sea algo natural o, al menos, la expresión de un anhelo profundo: el de alcanzar el absoluto, el sentido, la verdad. Nuestras ansias de acaparar, de controlar, de entender, de absolutizar son expresión de la necesidad profunda que tenemos de encontrar algo que dé sentido a la vida entera y a cada pequeño momento. Podemos engañar esa llamada interior, podemos responderla con sucedáneos y podemos, también, encontrar la respuesta a la pregunta por el sentido, pero no podemos sustraernos a su fuerza. Benedicto XVI se dirigía a los jóvenes el Domingo de Ramos proponiéndoles una reflexión y un reto: que el éxito, la carrera, la ganancia y la utilidad dejen de ser el objetivo último de su vida, y reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor: “Se trata de un cambio interior de la existencia.(...) Exige que ya no me cierre en mi yo, considerando mi autorrealización como la razón principal de mi vida. (...) Se trata de optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande”. Y así, dice Benedicto, cuando me pierdo a mí mismo, me encuentro. Pero Benedicto también ha propuesto esta Pascua algo más: una respuesta y un modo de alcanzara. “Si las pruebas que Dios en la creación te da de su existencia no lograr abrirte a Él; si la palabra de la Escritura y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces, mírame a mí, que soy tu Señor y tu Dios”. La respuesta es “mírame”. Y el modo de alcanzarlo no son las propias fuerzas del hombre: “Su fuerza no basta para elevarse hacia Dios. No tenemos alas que podrían llevarnos hasta aquella altura. Y sin embargo, nada puede satisfacer eternamente al hombre si no el estar con Dios. Una eternidad sin esta unión con Dios sería una condena. El hombre no logra llegar arriba, pero anhela ir hacia arriba: Desde el vientre del infierno te pido auxilio.... Sólo Cristo resucitado puede llevarnos hacia arriba, hasta la unión con Dios, hasta donde no pueden llegar nuestras fuerzas”. Rojo sobre Gris una vez más a este Papa profundo, sencillo, amoroso, conocedor del corazón del hombre, hombre de Dios con preguntas y respuestas que sacian y orientan a quien quiere encontrar.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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