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SIN CONCESIONES

Un portazo en las narices

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión07-04-2007

"Primero la paz, después la política". Esta es la promesa con la que Zapatero inició hace un año la negociación con ETA. Quería poner fin al terrorismo y, para ello, apostó por la vía del diálogo. El presidente del Gobierno aseguró entonces que sólo hablaría con la banda en ausencia de violencia y previa comprobación de que los terroristas tenían intenciones reales y sinceras de renunciar a la violencia. Pero todo era mentira. ETA engañó a Zapatero y Zapatero mintió a los españoles. A los terroristas nunca se les pasó por la cabeza abandonar las armas y Zapatero jamás cumplió aquel juramento que preservaba el pago de un precio político a los asesinos. Cada vez está más claro. El tiempo ha colocado a todos en su sitio. Los terroristas demostraron con el atentado de Barajas que son simples criminales con los que resulta imposible un entendimiento. La única manera de evitar que maten es encerrarlos en prisión. Ni siquiera respetaron el alto el fuego que ellos mismos decretaron en 2006. Mientras querían abrir un diálogo con el Gobierno, reorganizaban el comando Donosti, extorsionaban a empresarios, incrementaban el terrorismo callejero, robaban pistolas, fijaban objetivos, etc. Zapatero sabía todo eso y, sin embargo, cerró los ojos a la evidencia. Prometió muchas cosas pero no cumplió ninguna. Ni informó a la oposición ni pidió permiso al Parlamento antes de negociar ni fue coherente con sus planteamientos. Mintió desde el principio porque, mucho antes del alto el fuego, el Gobierno ya se había reunido con ETA. Zapatero conocía las verdaderas intenciones de los terroristas y, sin embargo, se dejó engañar como si al mismo tiempo fuese a engañar por ósmosis a los ciudadanos. Por suerte, no fue así. Con el tiempo, Zapatero ha quedado en ridículo de manera reiterada con pronósticos tan optimistas como ingenuos sobre el fin del terrorismo y con beneficios penitenciarios y judiciales a terroristas como Otegi y De Juana Chaos. Estas concesiones son la prueba de que Zapatero ha incumplido aquella promesa de "Primero la paz, después la política". El Gobierno y ETA han quedado todavía más en evidencia con la entrevista de la banda al diario proetarra Gara. Los terroristas reconocen sin complejos ni remordimientos que en estos momentos sería un "sinsentido" condenar la violencia y que la renuncia a la lucha armada queda aún "lejana" para sus intereses. Además, cierran la puerta a cualquier acuerdo que no pase por la anexión de Navarra al País Vasco y la inmediata concesión de la independencia. Si Zapatero no había comprendido hasta ahora las verdaderas intenciones de ETA, la banda explica con suprema claridad que las únicas llaves que abrirán la vía al final del terrorismo son la territorialidad y el derecho a decidir de esa entelequia que ellos llaman Euskal Herria. Estas dos exigencias mantienen en todo lo alto el listón de los terroristas. Son un portazo en las narices de quienes todavía confiaban en el proceso de diálogo. Queda claro que para acabar con ETA no vale más proceso que la ley y la justicia. Justo lo contrario de lo que hasta ahora ha hecho Zapatero. El presidente del Gobierno tendría que ser el primero en sonrojarse por el nuevo desafío de ETA. En cambio, simula firmeza contra los terroristas y aparenta combatir a la banda. Zapatero modula su discurso justo ahora que se aproximan las elecciones autonómicas y municipales, como si pudiera engañar otra vez a los españoles. Está confundido si toma por olvidadizos a quienes le votaron en 2004. Sus frases memorables y grandilocuentes sobre la paz y el principio del fin están muy frescas en la memoria. Tras el portazo que ETA le ha dado en las narices, en los comicios puede llevarse una patada en los cuartos traseros.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito