Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SER UNIVERSITARIO

El aborto que logró gritar

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión18-03-2007

Siempre he pensado que si los fetos pudieran gritar, otro gallo les cantaría. En este país de políticos liberales o laicistas, "quien no llora no mama"; y cerca de 100.000 fetos que sólo el año pasado no pudieron llorar, ni mamarán, ni vivirán. "Casi es mejor así", dirá algún animal (bípedo implume), como aquella francesa que presentó a su hijo disminuido psíquico ante un tribunal para denunciar que los médicos no la previnieron de semejante monstruosidad y que, de haberlo sabido, habría abortado. Evidentemente, con legislaciones tan retorcidas como las pro-muerte (aborto, eutanasia, experimentación con células embrionarias), el veredicto estaba cantado: "Tiene usted razón, la indemnizaremos por el lastre de tener que cargar con eso: pensión vitalicia para su cosa", vinieron a decirle. Otros hablarán del "valor supremo de la vida", como Zapatero, para hacer todo lo posible porque un asesino terrorista no se suicide al tiempo que coquetea con planteamientos pro-aborto, pro-eutanasia (que viene a ser lo mismo que lo de De Juana), pro-experimentación con embriones. Lo dicho: el "valor supremo de la vida" depende de otros valores que deben de ser más supremos todavía (para los alumnos LOGSE esto no debería plantear contradicciones), como la política, el poder, el ganar votos o el dialogar amigablemente con asesinos. En Florencia, un bebé que llevaba 22 semanas en el vientre de su madre sufrió un aborto provocado y murió de agonía varios días después. Pruebas médicas apuntaron en la semana 21 de embarazo que el bebé podría tener "atresia del esófago" (operable en el 90 por ciento de los casos). Los médicos aconsejaron nuevas pruebas, pero ella decidió abortar sin más exámenes. Abortaron, pero el niño sobrevivió; los médicos vieron que no tenía problema físico alguno y trataron de mantener con vida esos 500 gramos de humanidad. Fue demasiado tarde. El niño murió de agonía (no debía de haber cerca de allí ningún sacerdote de la eutanasia que le aliviara de vivir con un jeringazo). Podríamos hablar de este bebé como "el aborto que logró gritar", y sumar su testimonio al de aquel chiquillo que se aferró a la vida y que hace solo unas semanas abría la portada de todos los periódicos. Quizá si pusiéramos pulmones de adulto a tantos y tantos bebés asesinados a lo largo de lo que va de siglo, sus gritos rivalizarían con muchos genocidios. Hoy mismo, sólo en España, morirán más personas en el seno de sus madres de las que fallecieron en los trenes de aquel 11-M. Pero cargar contra las madres no es solución. La maldad y perversión de esta realidad está más arriba, entre aquellos cuyas carcajadas suenan a cascada de monedas de plata. Precisamente en defensa de las madres que abortaron y sufrieron el síndrome post-aborto (trastorno psicológico convenientemente ocultado) y en defensa de las valientes que no quieren abortar, pero no saben cómo sacar a su hijo a delante, existen hoy diversas alternativas aunque no las financie el PSOE. Red de Madres de la Comunidad de Madrid y AVA, sirvan de ayuda a esas madres; y Jerome Lejeune, candidato al Nobel de Medicina hasta que condenó abiertamente el aborto eugenésico, nos sirva de modelo.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach