ROJO SOBRE GRIS
Benedicto sigue tejiendo
Por Amalia Casado4 min
Opinión11-12-2006
Bartolomé I levantó el brazo agarrando con su mano la de Benedicto XVI. Un gesto sensacional, espontáneo y auténtico; un gesto de hermanos, de amigos, de vencedores. Un gesto de portada mundial, potentísimo, apasionante, apasionado y de esperanza: la de que cada vez está más cerca la “plena comunión” –es decir, el reencuentro- entre ortodoxos y católicos. Un bombazo periodístico, histórico, político y religioso. Un bombazo informativo. Benedicto XVI se ha encontrado con el mundo musulmán, mayoritario en Turquía, un país en el que cristianismo, para ser sinceros, es perseguido y en ocasiones condenado a la clandestinidad y al silencio. Al margen de esa realidad, y sin hacer mención explícita de ella, ahí ha estado el Papa. Este tema era otro bombazo informativo cuando, para colmo, este viaje fue puesto en cuestión cuando la oleada de fundamentalismo islamista arremetió contra el mundo cristiano después de aquel discurso mal entendido de Benedicto XVI en Ratisbona. Se pensaba entonces que la visita apostólica a Turquía de Benedicto XVI podía peligrar, que el viaje podría suspenderse. Alí Agca llegó incluso a escribir una carta, publicada en los medios turcos, en que advertía al Papa de que corría un grave peligro y que podría ser asesinado en su visita a Turquía. A pesar de todo, el viaje se realizó. Ha sido un nuevo capítulo de encuentro y diálogo con el mundo musulmán, entre otros asuntos. Es verdad que no hemos encontrado en la prensa lecturas ni portadas de este viaje equiparables a las portadas a que dio lugar el malentendido de Ratisbona, pero este viaje a Turquía representa una importante puntada de la red con la que se combatirán el laicismo y el secularismo que amenazan al hombre contemporáneo. ¿Qué ha dicho Benedicto XVI en Turquía respecto al mundo musulmán?. La coherencia de su discurso con Ratisbona es absoluta, como no podía ser de otra manera. Su mensaje vuelve a ser de valiente y verdadero diálogo, de búsqueda en común de la verdad y un llamamiento a la unidad posible. Contrastan sus reflexiones plenas de contenido y hondura con la vacuidad y superficialidad de la recién celebrada, en Turquía también, Cumbre de la Alianza de Civilizaciones, donde se proponían censuras, autocensuras y prohibiciones a tutiplén contra Occidente y sus valores con el contubernio del presidente del Gobierno español. Después de cada viaje, el Papa hace una valoración pública del mismo en su audiencia de los miércoles. La parte en la que hizo referencia a su encuentro con el mundo musulmán en Turquía decía lo que encontrarán más abajo. Pueden leerlo. Mi rojo sobre gris es a Benedicto XVI, el tejedor, que inteligentemente teje la red con la que quizás se salve Occidente y, con él, el mundo. “La primera jornada de mi visita a Turquía se desarrolló en el ámbito de este tercer «círculo», el más amplio: encontré al primer ministro, al presidente de la República y al presidente para los Asuntos Religiosos, dirigiendo a éste último mi primer discurso; rendí homenaje al Mausoleo del «padre de la Patria Mustafá Kemal Atatürk, y después tuve la posibilidad de hablar al Cuerpo Diplomático en la nunciatura apostólica de Ankara. Esta intensa serie de encuentros constituyó una parte importante de la visita sobre todo porque Turquía es un país en su gran mayoría musulmán que se regula por una constitución que afirma la laicidad del Estado. Es, por lo tanto, un país que constituye un emblema del gran reto que hoy se plantea a nivel mundial: por una parte es necesario redescubrir la realidad de Dios y la importancia pública de la fe religiosa y, por otra, garantizar que la expresión de esa fe sea libre, sin degeneraciones fundamentalistas y capaz de repudiar firmemente cualquier forma de violencia. Por tanto, tuve la oportunidad propicia de renovar mis sentimientos de estima a los musulmanes y a la civilización islámica. Pude al mismo tiempo insistir en la importancia de que cristianos y musulmanes se comprometan juntos a favor del ser humano, la vida, la paz y la justicia, reafirmando que la distinción entre la esfera civil y la religiosa constituye un valor y que el Estado debe garantizar al ciudadano y a las comunidades religiosas la efectiva libertad de culto. En el ámbito del diálogo interreligioso la divina Providencia me permitió cumplir, casi al final de mi viaje, un gesto que en un primer momento no estaba previsto y que se reveló sumamente significativo: la visita a la Mezquita Azul de Estambul. Permaneciendo unos minutos en recogimiento en ese lugar de oración me dirigí al único Señor del cielo y de la tierra, Padre misericordioso de toda la humanidad. ¡Que todos los creyentes puedan reconocerse como criaturas y dar testimonio de auténtica fraternidad!” (Toda la valoración del viaje aquí)
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo