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SIN ESPINAS

El juicio de la historia

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión10-12-2006

La esperanza de los ateos radica en que a Pinochet sólo lo juzgará la Historia. ¿Cabe mayor desconsuelo? De hecho, en este mundo la “justicia” o la “venganza” que suplicaron contra el ex dictador no se ha producido. Augusto ha muerto sin condena. O más bien sin juicio. Pero el caso es que los intentos de Garzón con el numerito del arresto en Inglaterra y la petición de extradición a España sólo sirvieron para escocer a un viejo, meterse en charcos ajenos y envilecer el ego narcisista de un juez español. Izquierda y derecha han gobernado en Chile tras el paso del dictador y todos los dirigentes han sabido que la reconciliación del país andino no pasaba por ver al abuelo entre rejas. A cambio, la única revancha posible al vergonzoso episodio que también vivió esta nación queda impregnado en el revisionismo histórico donde los perdedores son las víctimas y los vencedores asesinos despiadados. Todo ha sido una cuestión política. Me refiero al uso partidista e ideologizante que se le ha dado a este asunto en España. Pues en Chile, junto a los que juran en arameo veremos circular a medio millón de personas frente al féretro del ex dictador. Los funerales serán los más espectaculares de la historia de ese país. Y entonces los españolitos nos preguntaremos qué demonios nos han estado contando todos estos años. Pinochet era para la izquierda española el anciano franquito al que hubieran deseado ver mordiendo el polvo. Me refiero a esa misma izquierda que reza lo que sabe por el “bueno” de Fidel; al que Garzón no se atreverá nunca a molestar. El horror no tiene justificación ni contexto, es simplemente horror. Por eso, sólo Dios, quien todo lo ve, habrá dispuesto a Pinochet en el lugar que le corresponde. Sin embargo, la cobardía y la manipulación de esta España resentida es algo que todavía no hemos logrado superar. Por eso aquí ha triunfado cierta versión de la historia y a los discípulos del estalinismo, hoy por hoy, hay que hacerles odas.

Fotografía de Javier de la Rosa