SIN ESPINAS
Una verdad más incómoda
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión12-11-2006
El otro día tuve la ocasión de ver la película documental de Al Gore “Una verdad incómoda”. El filme habla del calentamiento global del planeta por las excesivas emisiones de dióxido de carbono que produce el hombre. Es muy recomendable, está muy trabajado desde el punto de vista comunicativo y creó que ayudará a la concienciación sobre el cuidado del medio ambiente. El ex vicepresidente de los EEUU hace un gran esfuerzo por demostrar científicamente que ciertos comportamientos humanos están directamente relacionados con un cambio climático que tendrá consecuencias devastadoras en menos de medio siglo. El resultado es creíble y convincente y la intención del trabajo documental muy loable. Sólo los muy mal pensados dirán que esta campaña ecologista de Gore es una venganza contra los poderes fácticos de la industria norteamericana que permitieron “el pucherazo” de Florida y la consiguiente victoria de Bush en las presidenciales. En realidad, parece que no. Que la cruzada de Al Gore tiene un sustento más trascendente que el de la pura revancha. Pero después de todo, el dilema que plantea el autor no llega al fondo de la cuestión. Al Gore pone en un lado de la balanza unos lingotes de oro y en el otro la conservación del planeta. Y concluye: aquellos que se decantan por enriquecerse a cambio de explotar los recursos de la Tierra hasta que reviente, deben saber que sin planeta no habrá ni dinero ni humanidad ni nada de nada. En definitiva, no es más que la moraleja de la gallina de los huevos de oro y la ambición humana. Por lo tanto, por encima de muchas otras consideraciones este problema de la humanidad como muchos otros: el hambre, la pobreza, el aborto, la eutanasia, la investigación con embriones y la guerra requiere de la transformación de los corazones de los seres humanos; pues todos esos hechos no son más que consecuencias del feroz egoísmo que anega el corazón del hombre. Como dijo el Papa Benedicto XVI el pasado viernes, "el mundo occidental vive una cultura caracterizada por la secularización, en la que Dios tiende a desaparecer cada vez más de la conciencia pública, el carácter singular de la persona de Cristo se desvanece y los valores que han sido forjados por la tradición de la Iglesia pierden su eficacia". Cuando no hay fe en que exista Dios ni esperanza en una vida futura, cuando en la balanza se deja de poner la salvación eterna por servir al dinero, sabiendo que no nos es posible servir a dos amos a la vez, el hombre actúa como un animal en la selva y grita en la tierra: ¡sálvese quien pueda!