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ACHIQUE DE ESPACIOS

Beckenbauer y el Bayern

Por Nacho García BarcoTiempo de lectura2 min
Deportes06-05-2001

Estos días he pensado en Franz Beckenbauer. Me gustaría saber qué opina sobre el ¿equipo? que preside, sobre ese Bayern de Múnich. Él, el abanderado del mejor fútbol alemán de la historia; él, la elegancia hecha futbolista; él, el káiser, el guardián del fútbol bávaro por excelencia. Creo que, aunque sea una pequeña parte de él, ahora debe estar abochornado por lo que ven sus ojos. Lo malo es que, con los tiempos que corren, con ese resultadismo que nos invade a todos, incluso los románticos han dejado de serlo. Imagino que estará como unas castañuelas por ver cómo su equipo, sin ofrecer nada, sin dar nada a cambio, y pregonando reconocerse inferior a sus rivales, camina hacia la final de la Champions League de Milán con una eficacia bárbara. Pero hoy sólo se lleva eso, ganar a cualquier precio, como sea, cueste lo que cueste. Así sobrevive el Bayern de Múnich de Ottmar Hitzfield. Cuando sabe que es superior a su rival, adelanta la trinchera unos metros más y decide intentarlo; pero si se sabe en un escalón inferior, no duda. Acumula jugadores cerca, muy cerca de su portero, y se olvida de jugar. Espera que la magia de Effenberg o Mehmet Scholl conecte con la efectividad de Elber y que ellos hagan el resto. Fuera de ahí, nada más. El próximo miércoles el Madrid deberá ponerse el mejor de sus monos de trabajo para derribar el muro del Bayern. Volverá a encontrarse un equipo igual que el de hace una semana en el Bernabéu, porque Hitzfield sabe que de tú a tú no tiene mimbres para plantarle cara al equipo blanco. Se verá un Bayern defensivo, sabedor de que el Madrid necesita atacar para buscar un gol que les dé la vida. Ahí, Elber, Zickler y Santa Cruz pueden ver el cielo abierto, con algún contraataque que les ponga definitivamente en San Siro. La paciencia y la puntería serán vitales. La primera, porque es el único camino para llegar al gol. Tocar, tocar y tocar, y, a veces, mucha verticalidad, además de posesión de balón y situaciones de dos contra uno en banda para poder romper la defensa alemana. Todo ello acompañado con grandes dosis de lucha y carácter, porque así lo requiere este tipo de partidos. Luego, un alto porcentaje de acierto y puntería. Ahí estará el último bastión del Bayern, Oliver Kahn, un portero soberbio. El resto lo pondrá el fútbol y la suerte. Y si Dios quiere que ésta esté del lado del Bayern, no habrá nada que hacer. Y seguro que Beckenbauer lo agradecerá. Quién te ha visto y quién te ve, káiser.

Fotografía de Nacho García Barco