ROJO SOBRE GRIS
Amor eterno
Por Amalia Casado2 min
Opinión08-10-2006
Me preguntaba si existirá alguna relación entre dos ideas que han llegado esta semana a mis oídos. La primera dice que el amor, si no es eterno, no es amor verdadero. Su portavoz ha sido el Padre Luis, agustino del monasterio de La Vid, en Burgos. “Un amor con fecha de caducidad -decía, no es amor verdadero. Un amor que se acaba, no es verdadero amor”. La segunda dice que el que no busca apasionadamente, no busca de verdad, y su autor es Álvaro Abellán, columnista de este periódico. Y el que no busca de verdad, raramente encuentra lo que quiere, si es que quiere algo. Me preguntaba si existiría alguna relación, porque si la hubiera, quizás habría muchas posibilidades de incrementar el nivel de felicidad y satisfacción de nuestras vidas, y por ende, de nuestras sociedades y comunidades. Quizás la clave esté en una palabra que se llama voluntad. Por amor eterno muchas veces entendemos equivocadamente ese amor sentimiento que llega un buen día sin haber hecho nada por encontrarlo y que es perfecto desde entonces sin que para eso tengamos que seguir haciendo nada especial, salvo dejarnos atrapar por él. Cuando nos hablan de que el amor es voluntad, que exige esfuerzo, que es donación y servicio y entrega al otro, imaginamos una vida desesperante y terrible que nada tiene de hermoso y en la que ninguna de las satisfacciones serán suficientes para compensar la entrega y renuncias que necesariamente conllevará. Que, por lo tanto, si amar es voluntad, no existe el amor eterno, pues nada tiene que ver con la idea de ese amor sentimiento. Hay un claro desorden provocado por el desconocimiento respecto del valor de los sentimientos. Los sentimientos van y vienen. Somos pasivos respecto a ellos: nos llegan y se nos van, provocados por realidades externas a nosotros. La voluntad, sin embargo, es una herramienta propia del hombre, constitutiva de su esencia, que lo distingue, junto con la inteligencia, de cualquier otro ser sobre la tierra, una realidad superior a los sentimientos. El que no busca apasionadamente, no busca de verdad. Buscar apasionadamente significa poner todas nuestras cartas en juego en aras de un objetivo: encontrar. Es poner todo nuestro ser, especialmente lo más propio de nuestro ser, al servicio de esa búsqueda. Además de inteligencia, la búsqueda verdadera implica voluntad. Quizás amar sea buscar apasionadamente. Quizás el amor eterno es una búsqueda voluntariosa y eterna de aquello digno de ser amado que hay en el otro. En ese amor uno está implicado verdaderamente, puesto todo su ser en ello, y no dejado a la deriva de sentimientos que le sobrevienen. Sabiduría y verdad hay en “prometer” amor, fidelidad y respeto “hasta que la muerte nos separe”: yo prometo implica voluntad. Rojo sobre gris a todos los amores eternos, que los hay. Y como los hay, es que son posibles.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo