SIN CONCESIONES
Anna Politkóvskaya
Por Pablo A. Iglesias
3 min
Opinión08-10-2006
La verdad corre peligro. Cada vez que muere un periodista, la verdad es herida. Con el asesinato de la rusa Anna Politkóvskaya y los cuatro tiros que segaron su vida, la verdad ha recibido una puñalada. Rusia tardará en conocer toda la verdad sobre Chechenia y la política de Vladímir Putin. La muerte de Anna Politkóvskaya echa tierra sobre la verdad, la tapa un poco más, pero no la oculta definitivamente. Nada lo consigue porque, como dijo Séneca, el tiempo siempre descubre la verdad. Cuando el poder político trata de someter a la prensa, la verdad cae al suelo pero ni se arrodilla ni se da por vencida. Todo lo contrario. La censura mitiga temporalmente la libertad de expresión pero al final triunfa el ansia de conocimiento, el derecho de información y la honestidad de periodistas sinceros que, entre presiones, sólo trabajan para desvelar la verdad. Al parecer fue Rudyard Kipling el primero en denunciar que "la primera víctima de una guerra es la verdad". Tenía toda la razón. En los conflictos bélicos sólo sobrevive la versión de los vencedores y esta se eleva, sin serlo, a categoría de verdad. Cuando un periodista acude a una guerra, sabe que se juega la vida y asume el riesgo. Pero cuando muere, la verdad se resiente. Así pasó con Julio Anguita Parrado y José Couso en Iraq. Así ocurrió con Ricardo Ortega en Haití. También sucedió así con Julio Fuentes en Afganistán, donde recientemente han perdido la vida Karen Fischer (30 años) y Christian Struwe (38). Cada vez que muere uno de ellos, la verdad padece una amputación. Pero la verdad corre aún más peligro con otras guerras en las que no hay armas de fuego ni trincheras en la tierra ni tanques que disparan. Cuando los propios periodistas olvidan su obligación social y sirven a otros intereses, la verdad cae herida de gravedad. El motivo da igual. No importa si es por razones ideológicas, políticas, económicas o personales. Cuando el periodista disfraza de verdad meras anécdotas o elucubraciones, se engaña a sí mismo y engaña a los ciudadanos. No hay peor guerra que la que enfrenta a dos medios de comunicación. En esos casos la verdad resulta herida de muerte. El Papa Benedicto XVI advirtió, nada más ser elegido, del peligro de extinción que corre la verdad. El subjetivismo postmoderno ha forjado una dictadura del relativismo que se alimenta de la fragilidad de los valores, la prevalencia de lo empírico frente a la razón, la propaganda consumista, la ausencia de fe, la predominancia de las formas sobre el fondo y el uso irresponsable de los medios de comunicación. Las suposiciones, las opiniones e incluso las dudas se han elevado a rango de verdad para desgracia del conocimiento humano. Grave error. Cada cosa tiene su verdad, única e ininterpretable. La verdad siempre se abre paso entre las mentiras. Unas veces tarda más y otras menos. Pero al final prevalece. Este es un homenaje a millones de personas y miles de periodistas en todo el mundo que creen en la verdad y luchan por ella. Como Mahatma Gandhi, están convencidos de que "no hay camino para la verdad porque la verdad es el camino". Anna Politkóvskaya, Karen Fischer, Christian Struwe, Julio Anguita Parrado, José Couso, Julio Fuentes o Ricargo Ortega -entre otros muchos- fueron de esa clase de personas. Algunos eran creyentes, otro no. Mas no importa. Todos sabían, como dijo el apostol San Juan, que la verdad les haría libres. A ellos y a los demás.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito