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ANÁLISIS DE DEPORTES

EE.UU.: líderes sin ‘escuderos’ en la Ryder

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes24-09-2006

A pesar de las desavenencias que el galés Ian Woosnam encontró para confeccionar el equipo, en particular la decisión de las invitaciones al inglés Lee Westwood y el norirlandés Darren Clarke –con peor clasificación que el danés Thomas Björn y el español Miguel Ángel Jiménez–, que le valieron duras críticas de su antecesor como capitán, el alemán Bernhard Langer, el conjunto europeo demostró ser más equilibrado y, por tanto, un justo vencedor de la Copa Ryder. En cambio Estados Unidos, pese a la humillación que se llevó en 2002 –cuando perdió en su terreno por la mayor diferencia de la historia–, no ha conseguido resolver aún la ecuación entre el inmenso potencial de sus mejores jugadores: Tiger Woods, Phil Mickelson y Jim Furyk, un seguro en los partidos individuales, y el escaso peso de hombres poco conocidos fuera del circuito americano. Aunque Vaughn Taylor, J.J. Henry, Zach Johnson y Brett Wetterich se ganaron una plaza por su rendimiento en las dos últimas temporadas, su inexperiencia ha supuesto un lastre evidente en los partidos de fourballs y foursomes, en los que importa la coordinación entre los jugadores. Ésta es, probablemente, una consecuencia de la mayor profesionalización del circuito americano –el PGA Tour–, con un concepto de espectáculo basado en los nombres y en unas jugosas bolsas de premios. La mayor competencia, también, deja en evidencia a los jóvenes jugadores, que se asoman con cuentagotas a los primeros puestos. En este sentido, el circuito europeo resulta quizá algo menos atractivo, pero existe un margen mayor para las sorpresas y para la irrupción de una nueva generación de golfistas, tal vez mejor preparados técnicamente, que poco a poco se curten en los grandes torneos. El espíritu de equipo es mayor entre los europeos, y éste es un factor decisivo en la Copa Ryder. Así sucedió con Sergio García, un fenómeno en su juventud que, ya con 26 años a sus espaldas, no termina de explotar todo su talento en el circuito americano, y especialmente en los torneos del Grand Slam. La irregularidad de que aún adolece el castellonense con el putt –los golpes rasos en el green, el tramo final de cada hoyo, para embocar– le ha impedido codearse con asiduidad entre los mejores en el circuito. Aun así, el español se transforma en la Copa Ryder hasta convertirse en un líder del equipo europeo, con un empuje que se complementa con la experiencia del escocés Colin Montgomerie y José María Olazábal, y que convive con talentos emergentes como el inglés Paul Casey. En la medida en que los jugadores más veteranos sigan siendo competitivos, Europa seguirá teniendo un punto de ventaja respecto a Estados Unidos. Si lo pierde con la progresiva retirada de una gran generación de jugadores, aun así, el torneo retomará un nuevo interés.

Fotografía de Roberto J. Madrigal