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ANÁLISIS DE DEPORTES

España está donde merece, ni más ni menos

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes03-09-2006

España había conseguido igualar su mejor clasificación en los Mundiales. Y sin embargo, mantuvo el desparpajo para disputar –y ganar– las semifinales contra el vigente campeón olímpico, una Argentina que también cuenta con la mejor generación de jugadores de la historia, pero que no podrá ganar la medalla de oro: 2010, probablemente, les queda demasiado lejos. Sin embargo, Grecia era quizá el peor rival del campeonato, más aún sin Pau Gasol: un rival más duro que nadie, con un ritmo lento que desquicia a cualquiera, con jugadores versátiles, como Theodoros Papaloukas, letales en el juego exterior, especialistas en anotar al límite de cada posesión. Pero la defensa española fue impecable: ésta sí que es ya una generación irrepetible. Gran parte del mérito, sin duda, ha sido de Pepu Hernández, un entrenador que ha sabido no sólo mantener el buen rollo entre los jugadores –al haberse formado en el Ramiro de Maeztu–, incluso con la lesión de Gasol. Además ha mostrado una gran capacidad para trabajar con todo el equipo –las rotaciones han sido fundamentales para repartir minutos y confianza también entre los suplentes, al contrario de lo que sucedía con Mario Pesquera– y ampliar su repertorio de variantes tácticas. En ese aspecto los ayudantes, ex jugadores como Joan Chichi Creus y Rafael Vecina, dieron en el clavo al hacer los descartes. Con las lesiones de Fran Vázquez y Felipe Reyes, Marc Gasol –que dejó fuera a Jordi Trías y Eduardo Hernández-Sonseca– ha aportado incluso más de lo que cabía esperar de él. España supo evitar su mayor defecto: que le cuesta jugar cuando le sacan de ritmo. Las 18 victorias consecutivas entre la preparación y el Mundial –y la racha continúa abierta– lo han sido al ritmo de unos jugones. La verdadera prueba de fuego para esta selección estaba en los partidos a cara de perro, como contra Argentina, en los que necesitó también de un poco de suerte. Quizá para el Europeo de España, en 2007, y los Juegos Olímpicos de Pekín, lleguen momentos difíciles. Pero sobre todo, hay que valorar lo que se ha conseguido: estar consolidado entre los cuatro mejores equipos del mundo –junto con el campeón olímpico, el europeo y unos Estados Unidos en vías de recuperación hacia los Juegos de 2008–, tal es el nivel del baloncesto español. Por eso optar al oro no era una exigencia, sino un reto. Lo entendieron mejor que nadie los jugadores, no así una afición y unos periodistas que no siempre han sabido moderar la euforia. Conviene andarse con cuidado al hablar de la generación que logró el cuarto puesto en Colombia, en 1982. Las comparaciones son odiosas, pues el contexto es muy distinto: ni José Manuel Calderón es comparable a Juan Antonio Corbalán, ni Pau Gasol a Fernando Martín… Aquel era un equipo muy distinto, que en Cali, con el mejor Antonio Díaz Miguel en el banquillo, dio el inicio a un ciclo mágico, que se completaría con las finales del Europeo de Nantes, en 1983, y de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles el año siguiente. Si existe un paralelismo entre estas dos generaciones, en 2008 será el momento de hacerlo: la actual se encuentra sólo al comienzo de su fase de madurez, aunque ya ha superado a sus predecesores. ¡Enhorabuena, campeones! Así se juega al baloncesto.

Fotografía de Roberto J. Madrigal