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ORIENTE PRÓXIMO

Israel militariza la presión sobre el Gobierno palestino

Fotografía

Por Salva Martínez MásTiempo de lectura3 min
Internacional02-07-2006

La intervención pretende el rescate del soldado de doble nacionalidad, francesa e israelí, Gilad Shalit, en manos de militantes palestinos tras el ataque de un puesto fronterizo del Ejército de Israel al sur de la Franja de Gaza hace dos domingos.

El origen del incremento de la violencia fue este ataque al puesto fronterizo, reivindicado por militantes palestinos del brazo armado de Hamas, las Brigadas Ezzedine Al Qassam, los también vinculados a los islamistas en el poder, Comités de Resistencia Popular, y el formado para la ocasión, ejército del Islam. A la formación del contingente de carros de combate del Ejército israelí a las puertas de la Franja de Gaza desde las primeras horas de la semana pasada han seguido las operaciones militares que, aunque en última instancia pretenden rescatar a Gilad, recuerdan inevitablemente a los ataques que realizó la OTAN contra Serbia en 1999. Es decir, bombardeos de la aviación contra infraestructuras esenciales para la vida cotidiana de los habitantes de la región cuyo Gobierno legítimo es tratado como una institución criminal responsable del ataque de hace dos domingos y del consiguiente secuestro del soldado israelí. Así, el Ejército de Israel lanzó en la noche del martes al miércoles una serie de incursiones percibidas no sólo por los palestinos sino también por las organizaciones de defensa de Derechos Humanos como “un castigo colectivo injusto”. Amnistía Internacional manifestó a finales de la semana pasada que el ataque deliberado de las fuerzas israelíes contra las infraestructuras de la Franja de Gaza violan el Derecho Internacional y constituyen crímenes de guerra. De hecho, el Ejército ha reocupado el aeropuerto de Gaza, situado al sur de la franja de territorio palestino, y la aviación israelí ha destruido tres puentes de la red de carreteras de la Franja de Gaza, una central eléctrica y dos estaciones de acumulación de hidrocarburos, dejando sin luz y energía a la mitad del cerca de millón y medio de palestinos que viven en ese territorio. La falta de electricidad implica también que haya menos agua, dado que del suministro eléctrico depende la extracción de agua de los 130 pozos que hay en Gaza y las depuradoras. Todo ello sin contar con el fin del funcionamiento de los sistemas de refrigeración en pleno verano. De ahí que, Jan Egeland, el enviado de Naciones Unidas para coordinar esfuerzos en situaciones de emergencias, haya asegurado que los palestinos “están al borde del abismo a menos que la electricidad y el fuel sean restaurados”. Detención de políticos La ofensiva israelí dio otra vuelta de tuerca a la situación tensándola aún más cuando el pasado jueves el Ejército capturó en Cisjordania a 20 personas vinculadas con grupos de militantes palestinos junto con 64 miembros de Hamas, entre ellos ocho miembros del Gobierno palestino y 23 diputados islamistas del Parlamento. “Secuestrar a los legisladores palestinos no traerá ningún bien a nadie”, decía el jefe palestino de la negociación con Israel, Saeb Erekat. Efectivamente, al poco de esta acción, los captores del soldado israelí cambiaban las condiciones que harían posible la liberación negociada de Gilad, abandonando la exigida en un primer momento -puesta en libertad de las mujeres y adolescentes presos en Israel- por la liberación 1.000 presos árabes encerrados en las cárceles israelíes. Por su parte, la acción militar de Israel se recrudeció a finales de la semana pasada. En la noche del sábado pasado al domingo, la aviación atacó la sede del primer ministro palestino. No hubo víctimas, como tampoco las hubo en el ataque del jueves pasado contra el ministerio del Interior palestino. Eso sí, nada mejor que estos ataques pueden dar cuenta de la incomunicación en pleno conflicto abierto que mantienen la potencia ocupante, Israel, que cuenta con cerca de 250.000 colonos en suelo palestino, y la potencia ocupada, la Autoridad Nacional Palestina, una forma de protoestado incapaz de controlar a las milicias que actúan en su territorio.

Fotografía de Salva Martínez Más