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ANÁLISIS DE ESPAÑA

¿Y ahora, qué?

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España26-03-2006

Esa es la pregunta que tiende a hacerse todo el mundo tras el último comunicado de los terroristas. A las doce del mediodía saltaba la noticia: “ETA declara un alto el fuego permanente“. Aunque esperado, el anuncio del cese de la violencia ha puesto de manifiesto la gran incertidumbre y desconcierto que acompaña a todas las acciones de la banda. Entre los corrillos de periodistas el término “permanente“ acaparaba las primeras discusiones. A unos les sonaba a temporal, a otros a definitivo, mientras que otro avisaba, “estos saben usar muy bien el leguaje, lo demostraron la última vez con lo de indefinido“. Ateniéndose a lo que dice la RAE, resulta que, efectivamente, ETA sabe muy bien lo que dice y como lo dice. La Real Academia acepta dos significados para “permanente“: 1)“Mantenerse sin mutación en un mismo lugar, estado o calidad“. 2)“Estar en algún sitio durante cierto tiempo“. Las tres opiniones por tanto estaban en lo cierto, o no, el tiempo lo dirá. Pero el intencional lenguaje de ETA no es la única causa de desorientación. Su larga y siniestra trayectoria esta plagada de mentiras, chantajes y trampas. Es por ello que las dudas han dado lugar a todo tipo de interpretaciones. Los más optimistas brindan con cava y atribuyen la victoria a la efectividad del Estado de Derecho que, según ellos, ha llevado a ETA a doblar la rodilla. Una de dos, o son demasiado ilusos, o lo que es peor, se encuentran tan obcecados en creerse la versión oficial que son incapaces de ver la realidad. Cierto es que el acoso juducial y policial, así como la colaboración de Francia han mermado significativamente las estructuras de la organización etarra. Pero no es menos cierto, que pese a los casi tres años sin victimas mortales, ETA ha demostrado en numerosas ocasiones disponer de capacidad de sobra para atentar con fuerza y que si no lo ha hecho, es simplemente porque no le ha dado la gana. Ahí están esos artefactos explosivos con letreros como “cuidado bomba”. Que a nadie se le olvide que matar es muy fácil y que el tiro en la nuca no precisa de ningún despliegue logístico. En el otro lado están los pesimistas. Hay de dos tipos, por convicción y por obligación. Estos últimos especialmente consideran insuficiente el alto el fuego. Lamentan que no vaya acompañado de un arrepentimiento o de un anuncio de disolución definitiva. Desde luego, eso es lo que todos los demócratas hubiésemos deseado, pero ante todo debemos ser serios y realistas. ETA no se puede permitir el lujo de reconocer una derrota ante su entorno, y si no que se lo pregunten a Pakito. Que ETA ya no es lo que era es una realidad, pero de ahí a que lo reconozca abiertamente hay un mundo. Sobre todo teniendo en cuenta el proceso de negociación que se inicia a partir de ahora. Acercamiento de presos, amnistías, legalización de Batasuna... Las cosas no son nunca ni negras ni blancas. El proceso de paz será complicado y largo y exige la responsabilidad y la unidad de todos, en primer término de los políticos. Ha llegado el momento de aparcar las diferencias, o mejor dicho, los protagonismos. Aceptar que ETA pueda decantar un resultado electoral significa reconocer abiertamente la victoria del terrorismo sobre la democracia. La actividad política es muy intensa y su memoria muy corta. Winston Churchil perdió las elecciones a pesar de ganar la Segunda Guerra Mundial. Es por ello que tonterías las justas y a trabajar.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio