BIELORRUSIA
Lukashenko vence en las presidenciales entre acusaciones de fraude
Por Luis Miguel L. Farraces
3 min
Internacional26-03-2006
Más de ocho millones de bielorrusos estaban llamados a las urnas la pasada semana en las presidenciales del país. El actual mandatario, Aleksander Lukashenko, en el poder desde 1994, anunció que "retorcería el pescuezo" a los opositores que se manifestaran en su contra y logró una vez más la reelección en un proceso electoral sospechoso de fraude que no hace sino agrandar su fama de último dictador de Europa.
Pese a la posibilidad de que se registraran incidentes entre la Policía y los opositores de Lukashenko, lo cierto es que las presidenciales bielorrusas registraron un nivel de participación ejemplar e inverosímil para cualquier país europeo, un 92 por ciento. Las encuestas daban como ganador por mayoría aplastante al presidente Aleksander Lukashenko, pero éstas no contaban con gran crédito internacional por provenir de fuentes afines al régimen. Tras el cierre de urnas y el recuento, muy pocos eran los que podían creerse el resultado. Lukashenko repetiría mandato con nada más y nada menos que el 82 por ciento de los sufragios. Mientras, el líder de la oposición, Aleksander Milinkievich, conocido ya como el nuevo Yushenko obtenía tan sólo un seis por ciento de los votos. El resto de las papeletas se las repartían los otros dos candidatos: Alexander Kozulin (de corte reformista) y Sergei Kadiuekevich (de corriente oficialista). Los resultados de los comicios fueron puestos en tela de juicio en apenas unas horas por gran parte de la Comunidad Internacional debido a la existencia de múltiples irregularidades. En primer lugar, más de un 20 por ciento de los electores votó por correo, de manera que las Fuerzas de Seguridad del Estado tuvieron en su poder casi un cuarto de las papeletas desde días antes de las elecciones sin permitir a ningún observador vigilar por la integridad de éstas. De esta manera, la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa (OSCE), que fue una de las encargadas de facilitar observadores internacionales para los comicios, denuncia que los secuaces de Lukasenko cambiaron las papeletas erróneas por las del presidente bielorruso. Además, el hecho de que la legislación vigente del país prohíba explícitamente que miembros de organismos internacionales estén presentes en el recuento de votos no ayudó a aliviar el escepticismo. Además, algunos líderes mundiales se apresuraron a mostrar su indignación ante el clima de terror impulsado por el régimen de Lukashenko, quién llegó a advertir de que "retorcería el pescuezo" a los opositores que se manifestaran en los días sucesivos por considerar que "desestabilizarían el país". El presidente bielorruso no cumplió al pie de la letra su esperpéntica amenaza, pero sí que detuvo a más de 200 personas que se manifestaban por el supuesto fraude electoral el día después de los comicios, entre ellos los hijos del candidato Milinkievich. Además, la policía pasó a la carga contra los manifestantes el pasado sábado y produjo varios heridos graves durante una protesta en las calles de Minsk. La Unión Europea reaccionó exigiendo la excarcelación de los disidentes y amenazó con aplicar sanciones al país. Éstas aún se están barajando, pero presumiblemente pasarán por la congelación de visados para entrar en territorio de la Unión y de los fondos bielorrusos en cuentas bancarias de países miembros. El último dictador de Europa Aleksander Lukashenko ha sido tildado en múltiples ocasiones de ser el último dictador de Europa. Más allá de la cantidad de verdad que contenga tal acusación, lo cierto es que los excesos y desvaríos del presidente bielorruso han sido muchos. En primer lugar, Bielorrusia es el único país que mantiene insignias oficiales soviéticas en sus departamentos y el único en mantener el temido servicio secreto de la URSS, el KGB. Además, el 80 por ciento de las empresas del país están bajo control estatal y de sobra son conocidas las represiones de las manifestaciones de opositores al Gobierno. Lukashenko incluso llegó a afirmar ante el Parlamento ruso que su país es un "nostálgico de la era soviética" y llegó a declarar en una ocasión que Hitler "no lo hizo todo mal en Alemania”.