CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR
Yo, los medios y la guerra
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión15-10-2001
Algo se muere dentro de mí cuando me dicen que estamos en guerra. Y, ahora, estamos en guerra, alienados en el bando de Estados Unidos, en contra del terrorismo internacional. El caldo de lo que se muere dentro de mí es cuarto y mitad de paz, medio de alegría picada y unas briznas de libertades y derechos ligeramente recortaditos. Soy periodista y me gusta informar y ser informado; la pequeña poda del derecho a la información me duele como a cualquiera, aunque a otros parece dolerles más que el descuartizado de paz y el desmenuzado de alegría. Las guerras no consisten sólo en matar personas con fuego; consisten, fundamentalmente, en matar unas ideas con otras. A W. no le interesa derrotar a Bin Laden; sino acabar con la idea de que un loco puede amenazar la estabilidad de Occidente. Esta guerra de aviones de pasajeros y bombas de fragmentación es, también, una guerra de información. Estamos en guerra; toda guerra supone un recorte en los derechos y libertades, a pesar de que no nos guste. Una de esas podas, aunque pequeña, se da en el derecho a la información -mejor: a la propaganda-. "Yo tengo derecho a saber de las dos partes, porque soy una persona con criterio y Bush no me va a decir a mí si puedo o no ver a Bin Laden en la tele", decía un ombligo en la radio el otro día. Un ombligo -y no fue el único- que se llamaba a sí mismo inteligente mientras obviaba que la televisión, además de hablarle a él, emite -sólo en España- para miles de personas menos formadas, cientos de inmigrantes musulmanes cansados del racismo de Occidente y decenas de simpatizantes de Bin Laden. Creo que a mí tampoco me va convencer Bin Laden. Pero entendería que no me dejaran verle por la televisión pública -y menos por la CNN mientras vende propaganda terrorista-, por lo que pudieran ver otras personas más influenciables y, sobre todo, por lo que pudiera ver el enemigo invisible que tenemos en casa. Si el Gobierno lo permite, y si Bush lo pide y no lo prohíbe, es por esa cobardía del políticamente correcto. Duele decirlo, pero estamos en guerra. Esgrimir, en plena contienda, la libertad de expresión del enemigo y el derecho a la información de la propaganda bélica enemiga para que se extienda por nuestro terreno, me parece, siendo generoso, poco oportuno. Propio de ombligos ensimismados es, además, gastar palabras indignadas por asegurarse ver a Bin Laden en la tele y ahorrarse las de condena a los muertos inocentes de los dos bandos. Si no por sensibilidad y humanidad, al menos, por cortesía, el ombligo debería ponerse en tercer lugar: La guerra -con sus muertos-, los medios -con la responsabilidad de dar información y no propaganda- y yo. A veces, hasta el lenguaje nos enseña a ser humildes. Como las ramas de las rosas, que se dejan podar pequeñas partes, y en el momento adecuado, en beneficio de todo el rosal.