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SIN ESPINAS

Fórmulas mágicas

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión27-11-2005

No creo que sea más necio quien propone una “Alianza de Civilizaciones” que quien la crítica de raíz sólo por el hecho de que quien la proponga sea Zapatero. Ese es el problema de este país: que ya no nos importan las acciones, ni los hechos; sólo juzgar las intenciones y a las personas. Por eso, dogmatizamos aquí y allá. Afirmamos con rotundidad; y los advenedizos utilizan sus púlpitos con grosera imprudencia pagados de sí mismos por la situación que otrora soñaron alcanzar. Podemos encontrar mil razones por las que afirmar que el plan presentado por nuestro presidente ante la Asamblea General de la ONU es utópico e idealista. También podremos decir que tal vez no es él el más indicado para hacer ese tipo de propuestas; pero lo que no podemos es caer en la perversa dinámica de criticar iniciativas de consenso que pretenden crear lazos entre los pueblos. El problema es que ya no quedan muchos que crean en esta posibilidad. Ni los que se llaman creyentes y hablan de la esperanza, ni los que encuentran en la justicia social el mayor de sus anhelos. Al final es todo una gran carencia que se manifiesta en todo el planeta, en todos los pueblos y en cada uno de los seres humanos que habitamos la tierra. ¿Qué le importaría a uno que en el mundo no hubiera ni una sola guerra si en su existencia personal reinará la violencia interior y la falta de paz más absoluta? Precisamente porque no hay Paz en el interior de muchos corazones, tampoco la hay entre los pueblos. Un gran número de dirigentes creen que la paz se construye con iniciativas diplomáticas pero lo que no saben es que la Paz con mayúsculas sólo la otorga Dios; con el que no cuentan desde hace mucho tiempo, ni esta civilización ni la otra. Sólo hombres que juegan a dioses llevan miles de años enfrentándonos y matándonos porque quieren pasar a la historia cómo los inventores de fórmulas mágicas. Para darse cuenta sólo tendrían que mirar atrás y ver los resultados.

Fotografía de Javier de la Rosa