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ROJO SOBRE GRIS

Más que un tío majo, o caerá

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión25-11-2005

Todos los especialistas reconocen a la Monarquía española el “motor” o “eje” del cambio, el artífice en definitiva, del paso del franquismo a la democracia. El papel que desempeñó la Monarquía, en la figura de don Juan Carlos, le ha conferido una legitimidad que sólo algunos grupos minoritarios ponen en duda. Sin embargo, en las nuevas generaciones el pálpito empieza a ser otro bien distinto. En un artículo con motivo de su 30 aniversario como monarca, Manuel Fraga destacaba los tres aspectos que han hecho de don Juan Carlos un pilar fundamental de la historia contemporánea de nuestro país: el papel moderador –no intervensionista- de la Corona como institución; la capacidad diplomática de don Juan Carlos, y la presencia de éste como elemento aglutinador del sentir general de la sociedad española en los grandes acontecimientos, tanto los felices como los trágicos. Fraga añadía a estos tres aspectos, la aportación de la Corona a la forja de la identidad europea, al papel protagonista de España en el mundo árabe y a la proyección de España en Iberoamérica y viceversa. En un lenguaje mucho más coloquial, y sin ningún argumento que lo legitime, muchos menos doctos dirían que es un tío majo que ha desempeñado bien su papel. La mayoría de los jóvenes que actualmente salen de las aulas de Bachillerato, incluso de las universitarias, quizás pueda quedarse sólo con la primera parte. El gran desconocimiento que tenemos de nuestra historia, y que se agrava con las sucesivas reformas educativas, no sólo afecta a figuras más o menos secundarias y momentos más o menos decisivos de la historia de nuestro país. Los jóvenes de hoy que no vivieron la transición probablemente puedan decir del Rey poco más que eso: que es un tío majo. Esto es un problema, una cuestión de tremenda gravedad que se agudiza con la actual atmósfera ideológica que todo lo cuestiona y todo lo hace transitorio y caduco. En efecto, el Rey español no es coronado, sino proclamado. Esto quiere decir que el Rey no es elegido por la autoridad divina y absoluta, sino que es proclamado por el pueblo español. La Monarquía no es, ciertamente, una verdad absoluta. Su legitimidad la consagra la Constitución Española, pero o se tienen motivos y argumentos para defender que sea así, -históricos y prácticos- o la legitimidad de la misma corre un peligro que se hace patente con las nuevas generaciones: que dependa de lo majo que sea el rey. Las razones históricas las van a desconocer. La percepción de legitimidad que tengan los ciudadanos derivada de la capacidad de la Corona para moderar los momentos de crisis pueden no producirse. Sin embargo, estamos en el comienzo de lo que puede ser uno de esos momentos excepcionales. En efecto, hoy en España hay quienes se han empeñado en que para caber todos en un mismo país, unos cuantos han de agachar demasiado la cabeza. El Rey incluido. Esquerra Republicana de Catalunya ha pedido que don Juan Carlos pida perdón por el franquismo. La monarquía española se enfrenta a una situación complicada, sin duda provocada por el actual Gobierno, y que puede influir decisivamente en la percepción que los ciudadanos tengan de la legitimidad de esta Corona que representa también la unidad indisoluble de la nación y de la soberanía. Rojo sobre gris a 30 años de gracia.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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